Cuando se confirmó en la Picornell el ya potente equipo español

Las Piscinas Bernat Picornell fueron el mejor marco imaginable posible, con todo el waterpolo estatal reforzando el ya de por si potente equipo español, más la presencia de “los de casa, la familia propia y la de cada sábado en la grada”

Hoy 9 de agosto se cumplen 25 años de la primera medalla olímpica de nuestro waterpolo y el destino quiso que fuera en casa, en Barcelona. Las Piscinas Bernat Picornell fueron el mejor marco imaginable posible, con todo el waterpolo estatal reforzando el ya de por si potente equipo español, más la presencia de “los de casa, la familia propia y la de cada sábado en la grada”, de un pleno de autoridades, encabezados por la Casa Real casi en pleno con SM el Rey Juan Carlos, hacía de la final algo más que una oportunidad histórica, era todo un reto para un equipo al que la excesiva auto responsabilización les pesó de manera decisiva, sobre todo al inicio del partido.

«Dragan Matutinovic, el croata que con sus métodos particulares consiguió que el equipo diera el salto a la élite de nuestro waterpolo»

Pero no es justo continuar sin antes poner en relieve los nombres de estos héroes que pusieron a nuestro waterpolo en el Olimpo y fueron: Jesús Rollán, Sergi Pedrerol, Marco Antonio González, Rubén Michavila, Manuel Estiarte, aniel Ballart, Josep Picó, Ricardo Sánchez, Jordi Sans, Salvador Gómez, Miguel Angel Oca, Manuel Silvestre y Pedro García. Sería injusto olvidar a Dragan Matutinovic, el croata que con sus métodos particulares, algunos los clasificarían de más allá del telón de acero, consiguió que el equipo diera el salto a la élite de nuestro waterpolo y a Rafa Aguilar, un segundo que cumplía a las mil maravillas su doble función de técnico y relación con los jugadores.

Una fase casi perfecta

Nuestra selección llegaba a la final después de una competición casi perfecta, solo se había concedido un empate hasta llegar a la final y fue con Italia. Un resultado que favorecía a los transalpinos en su lucha por la segunda plaza, la que clasificaba para la lucha por las medallas, en perjuicio de Hungría. Cabe recordar que la competición se jugaba en dos grupos de seis equipos en que los dos primeros de cada grupo luchaban por las medallas. España ya estaba clasificada virtualmente después de que en el día anterior había derrotado a los magiares por 5-8. Pero en el debut, después de un inicio de partido dubitativo, se derrotó con amplitud a Holanda 12-6, siguió el festival con Grecia, 11-6, para llegar al primer partido exigente, Hungría, que sirvió para ratificar las sensaciones de favoritos de nuestros jugadores, 8-5 y la clasificación bien encarada. El empate ante a Italia a 9 goles ya comentado y victoria trabajada, 12-10 ante una Cuba que tenía un joven que ya destacaba en sus filas: Iván Pérez.



Ya se había hecho lo más difícil llegar a las semifinales de unos JJOO, el rival USA. Lo hacía también después de una gran primera fase con resultados favorables amplios ante todos los rivales a excepción de la derrota ante el Equipo Unificado, representando a lo que era la antigua URSS, por 8-5. Era un rival difícil pero el equipo estaba convencido que era capaz de superarlo. Era la prueba de fuego, el partido más importante de la historia del waterpolo español hasta el momento y se superó. No fue un partido fácil.

«Ratko Rudic, el técnico de la selección italiana firmaba su tercer oro consecutivo como entrenador, dos con Yugoslavia y conseguid en Barcelona»

El equipo lo sacó adelante con orgullo. Ganamos a USA y ya éramos finalistas. La alegría se desbordó en el túnel de vestuarios los abrazos, entre jugadores, técnicos, los que tuvimos la suerte de poder acceder allí eran una justa manera de premiar y externalizar la tensión vivida. No podía ser de otra manera, pero la final ya se empezaba a jugar en aquel momento. En la otra semifinal Italia daba la sorpresa y se imponía al Equipo Unificado por 9-8. Ya teníamos rival. Una persona querida, Montserrat (madre de Manel Estiarte) me comentó la mala espina que le daba Italia. Yo la traté de convencer de lo contrario pero tuvo razón.

Y llegamos a la final. El escenario era el mejor imaginable. Todo parecía preparado para lograr el oro. Presentación de los equipos, concentrados, tensos al máximo, así lo expresaban las caras de nuestros jugadores. Creo que tenían toda la presión, como ellos han expresado posteriormente, por no defraudar a los suyos (novias, mujeres, padres, madres, amigos) pero entiendo que les pesó aún más el pensar que era la oportunidad. Era ahora o nunca. Afortunadamente el tiempo demostró que no era así.



Y empezó el partido. Los italianos imponían su juego, tanto en el agua como en el marcador. La ventaja llegaba a 1-4. Ello no rompió en ningún momento la fe en el equipo, ni en la grada ni tampoco en el agua. Se sufrió y con más corazón que buen juego se llegó al final del cuarto periodo. En el último minuto de juego un gol por detrás, 6-7. Miki Oca a 34” del final nos dio un empate que parecía ser la llave del triunfo. Los cinco minutos de descanso antes de la prorroga volaron. Ambos equipos estaban ansiosos y el público enardecido.

Nervios y mucha tensión

Los nervios entre jugadores y banquillos estaban presentes. Cosa que en el caso de que te pase con Italia siempre llevas las de perder. Pero empecemos las prorrogas. Para los desmemoriados o los que desconozcan el reglamento, se jugaban prorrogas de 2 partes de 3 minutos. Manel, de penalti, nos avanzaba 8-7, el oro estaba cerca, la grada vibraba, pero Ferreti, el boya italiano empataba a ocho el partido y nos llevaba a la tercera prorroga. Alternativas constantes con oportunidades para ambos sietes, quizás alguna más clara para nuestros colores, pero la precipitación, la suerte o el devenir nos tenía preparado el gran disgusto.

La decepción injusta del equipo, no del público que supo reaccionar premiando a los suyos como merecían, como verdaderos campeones sin la merecida recompensa. Fue a falta de 32”, un desajuste defensivo hizo que, creo recordar que Gandolfi, solo ante Jesús, le superase. Faltaban 32”. Nadie cayó en el desánimo y la oportunidad llegó del brazo de Miki Oca, que en posición forzada, realizó un lanzamiento que se estrelló en el larguero de la portería del equipo que entrenaba Rudic. No pudo ser.

«Para los desmemoriados o los que desconozcan el reglamento, se jugaban prorrogas de dos partes de tres minutos; y ante Italia llegamos a la tercera prorroga»

Desolación en los jugadores que con las caras llenas de tristeza, algunos con lágrimas en los ojos, supieron responder desde el pódium, con su medalla de plata, al público con su aplauso de agradecimiento. Cuatro años más tarde la herida, reflejada en la sangre que salía de la ceja de Manel Estiarte, se cerró definitivamente en Atlanta donde el oro olímpico confirmó a la mejor selección mundial de esa década.



Para terminar unos apuntes estadísticos, Manel en sus cuartos JJOO consiguió ser por cuarta vez el máximo goleador. Rudic, el técnico de la selección italiana firmaba su tercer oro consecutivo como entrenador, dos con Yugoslavia, la gran ausente de los juegos apartada por su situación como país y el de Barcelona.

twitter-bird@GasparVenturaM

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