El imborrable recuerdo de Chava

Chava Gómez hizo balance de su etapa como integrante de la mejor selección española de la historia / JOSEP ARNAU – ATELIER PHOTO

Un 9 de agosto de 1992, la selección española sucumbió ante Italia (tras tres prórrogas) en una de las finales más recordadas de la historia del waterpolo. Las dos mejores selecciones de por aquel entonces se vieron las caras en una Picornell a rebosar. Todo terminó en una medalla de plata fruto del intenso trabajo que un entusiasta grupo llevó a cabo durante dos años bajo el mando de Dragran Matutinovic. Uno de los hombres fuertes de aquella selección era Chava Gómez que por aquella época era un joven chaval hastiado del esfuerzo diario que había supuesto los exigentes entrenamientos y ya con la responsabilidad de ser padre a los 24 años. El día de la final Tirso (ahora tiene 25 años) cumplía dos meses. «En esa época mi vida giraba en torno a mi familia por mucho que alguien quien quiera decir lo contrario«, reconoce el cántabro que tras esta «decepción» no ha vuelto a ver el partido. «Nunca me llamó demasiado la atención ¿Para qué sufrir otra vez?«, explica.

«De aquella época recuerdo amenazas, trabajo, miedo, ilusión, dolor, superstición, grupo,agonía, carácter, risas, medallas..»

Es cierto que el primer objetivo era luchar por las medallas, acabar los Juegos con un metal colgado al cuello, aunque una vez llegaron a la final sólo se les pasaba por la cabeza conseguir el oro. El encuentro entre españoles e italianos fue igualado en todo momento. Un tanto de Miki Oca a 34 segundos del final ponía las tablas (7-7) y forzaba la prórroga. El partido era toda una guerra con golpes, una tensión creciente y pelea abierta en los banquillos. En las prórrogas, pocos goles y mucha intensidad por ambos bandos: Estiarte de penalti ponía el 8-7, y Ferretti igualaba en el ataque siguiente. A falta de treinta y dos segundos para el fin del tercer añadido Gandolfi recibió un balón en la boya y fusiló a bocajarro a Jesús Rollán.

Oca tuvo en sus manos el último cartucho, pero el balón se estrelló en el palo. «A parte de la decepción que supone perder, en el momento del pitido final sentía mucho cansancio«, recuerda Gómez que una vez en frío reconoce que los italianos «fueron mejores». Ese equipo ganaría después el Europeo y el Mundial consecutivamente. Esta medalla cayó como un jarro de agua fría. «Se hizo duro por la ilusión y las ganas con las que llegamos, pero sobretodo por el durísimo trabajo que habíamos hecho para preparar los Juegos», destaca.

El régimen militar

En esa preparación, Dragran Matutinovic jugó un papel fundamental. Bajo su yugo estuvieron un grupo de jugadores que pronto se tuvieron que acostumbrar al régimen militar al que sometía a sus jugadores el técnico yugoslavo. «Era un infierno directamente, horrible«, recuerdan a día de hoy muchos de los integrantes de aquella selección. Es complicado olvidar sus sesiones. Todos recuerdan las durísimas concentraciones en Andorra, que incluían todos los días 10 kilómetros de carrera en pendiente y 10 kilómetros de natación, acompañadas de exigentes sesiones en el gimnasio y de otros ejercicios complementarios como un partido de fútbol de 90 minutos en un campo reglamentario.

Al fin y al cabo él nunca se separó de su idea: el que era fuerte aguantaba y el que no se separaba del grupo. Chava que con el paso de los años se ha mostrado crítico con esos métodos confiesa recordar de aquel entonces «amenazas, trabajo, miedo, ilusión, dolor, superstición, grupo, agonía, risas y medallas«. Fueron unos años en lo que a pesar de todo se logró la unidad del grupo y se fomentó el compañerismo. «Éramos un equipo de mucha calidad. No era uno o dos jugadores, sino que había un bloque con gran talento», puntualiza el ahora técnico del CN Sabadell que desvela que Matutinovic era sinónimo de disciplina: «te tenía continuamente en tensión«. Ahora que cuenta con una experiencia en los banquillos reconoce que siempre ha procurado coger algo de todos los entrenadores que pasaron por él, «Dragan incluido», sin embargo, «sus métodos ni los he aplicado ni los aplicaré nunca«.

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