La portería se le hizo pequeña a Hungría

La selección húngara femenina pedirá jugar los campeonatos internacionales cuanto más lejos de Budapest, mejor. Hace tres años, las magiares se quedaron con la miel en los labios en el Europeo que organizaron. España, a la postre la vencedora del campeonato, se cruzó en el camino de las anfitrionas eliminándolas en semifinales con un ajustado 8-9. Como premio menor, las húngaras tuvieron que conformarse con el bronce. Este año tenían la oportunidad de quitarse aquella espina, pero la jarra de agua ha sido aún más gélida que en 2014.

Las magiares han pasado la fase de grupos cumpliendo con los pronósticos, en un trayecto cómodo salvando el 8-10 ante Holanda. Ni siquiera han tenido que desgastarse con el cruce de octavos, aunque visto a posteriori, parece ser que en absoluto han acusado el esfuerzo extra los combinados, ya que tres de los cuatro primeros de la liguilla han caído ante equipos que procedían de octavos, y el único que ha pasado, Estados Unidos, no ha tenido un duelo apetecible ante Australia (7-5).

Por contra, Canadá perdió claramente (10-4) ante Italia en el debut, con lo cual tuvo que verse las caras con Nueva Zelanda en octavos, en lo que no pasó de un simple trámite (16-3). Las canadienses, eso sí, ya conocían la derrota. Las húngaras no. El potencial de un equipo y de otro daba el claro cartel de favoritas a las locales que, además, contaban con el apoyo en las gradas de una de las aficiones que vive con más pasión el waterpolo en todo el mundo.

Situaciones muy dispares

La historia también otorgaba esa etiqueta a Hungría, vigente campeona europea tras su triunfo en Belgrado 2016, acumulando así tres podios consecutivos en Europeos. Las magiares fueron plata en el Mundial de Barcelona 2013, y llevan tres Juegos Olímpicos consecutivos acabando en la dolorosa cuarta plaza. En cambio, Canadá no es olímpica desde 2004, sus últimas actuaciones en Mundiales son dos octavos lugares y un undécimo, y hay que remontarse a Roma 2009 para recordar su último metal mundial.

«Mención aparte merece Monika Eggens. Ella sola complementó una defensa espectacular con una gran dosis de brillantez en ataque»

En las quinielas, todos esos argumentos estaban muy bien. Pero a la práctica, un griego, Charis Pavlidis, compensó todo ello con un uso sensacional de la pizarra. Hungría sigue contando con apellidos ilustres del waterpolo internacional. Pero hoy, las Gangl, Antal, Szucs, Keszthelyi, Toth o Csabai sucumbieron ante un entramado defensivo planteado por un zorro viejo. Tal vez el bagaje internacional de Canadá lleve a equívocos, pero Pavlidis -su seleccionador- lleva una década de experiencia a sus espaldas como técnico de un Olympiacós que con él en el banquillo ha llegado a la cumbre continental.

El seleccionador ahogó hasta secar el ataque húngaro pese a la sobrada calidad de las waterpolistas locales. Los cuatro tantos magiares del segundo cuarto fueron un espejismo. Tanto, que fue el único parcial con goles del anfitrión. Hungría disparó más a portería. Mucho más. 14 veces más (35 a 21), pero lo hizo peor, acosada por los grandes marcajes rivales. La doble boya no funcionó. Pavlidis supo tocar las teclas que debía, y una defensa rocosa y por encima de todo solidaria acabó desquiciando al a priori favorito.

La Alfred Hajos enmudeció

A medida que pasaba el partido, la portería de la canadiense Jessica Gaudreault se fue haciendo cada vez más pequeña, hasta el punto de cerrar toda la segunda mitad sin ser perforada ni una sola vez. Cuatro goles de 35 intentos. Cuando llegó la hora de la verdad, con toda la mítica piscina Alfred Hajos empujando, la presión pudo con las experimentadas húngaras. La efectividad de Canadá fue mucho mayor. Seis goles en 21 lanzamientos.

Mención aparte merece Monika Eggens. Ella sola complementó una defensa espectacular con una gran dosis de brillantez en ataque. Eggens fue la autora de los cinco primeros tantos. El 4-6 que redondeaba la fiesta se permitió el lujo de no anotarlo, sino que fue de Emma Wright. La pizarra de Pavlidis funcionó. Y atentos, porque su Olympiacós no solo se ha visto las caras en la última década con el Eger, el Szentes o el UVSE Budapest. También conoce de sobras las internacionales españolas. Hará bien Miki Oca de no dejar el más mínimo margen a la relajación o al exceso de confianza para superar a las chicas de Pavlidis y poder luchar por el oro en la gran final.

twitter-bird@adrian_arroyo

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