Mucho amor y un poco de odio. La relación del jugador del recién ascendido CN Premià, Pablo Morillas, con el waterpolo podría definirse de este modo. Con 11 años, tras dejar un baloncesto que no se le daba nada mal, pidió a sus padres jugar a este deporte porque quería seguir sintiéndose dentro de un equipo. En el año 2000, conocieron a David Caballero en un CN Cuatro caminos en el que se formó durante 12 temporadas. De todas ellas, destaca el primer ascenso del club a Segunda División de su historia, que lograron en 2007.
En 2012, tal y cómo relata, le llegó un nuevo reto. Dio el salto a Primera División con el CN Moscardó, club que, según él, le permitió abrir sus horizontes y hacer grandes amigos. Dos años más tarde, optó por cambiar de nuevo de aires. Probó suerte en un CN Tres Cantos en el que no consiguió adaptarse del todo. Por ello, optó por descansar un poco del waterpolo.
A finales del 2015, cuando recuerda que estaba “un poco enfadado con el waterpolo”, volvió a recuperar su pasión por esta disciplina cuando sus amigos del Cuatro Caminos le arrastraron a un torneo en A Coruña. Precisamente, con el filial de esta entidad, del que acabaría siendo el capitán, ascendió ese mismo año a Segunda División.
Un nuevo ascenso
“¿Cómo voy a seguir enfadado con el waterpolo?”, se pregunta Morillas, que, en su primer año en Premià ha vuelto a vivir un nuevo ascenso. En esta ocasión, a Primera División. Una vez logrado este objetivo, esperan mantener una primera posición que, según él, con todo el respeto a sus rivales, no les ha costado mucho conseguir. Para el waterpolista, el conjunto catalán, que sí que es cierto que ha ido creciendo y ha sufrido una metamorfosis con el paso de los partidos, todavía no ha explotado del todo ni ha mostrado su máximo potencial.
Algo que, a pesar de que ha rendido a un alto nivel, cree que tampoco ha hecho a nivel personal. “Soy muy exigente conmigo mismo y sabía que sería un año muy duro por el hecho de estar lejos de casa y tener que adaptarme a otro estilo”, comenta en este sentido Pablo Morillas, quien cree que Xavi Juià es un grandísimo entrenador que trabaja muy duro día a día y que consigue sacar lo mejor de cada uno de ellos. La suerte de poder contar con su presencia, además de la actitud positiva de la entidad, las ganas de trabajar y crecer de todos sus integrantes, hace que el futuro del Premià sea muy ilusionante. De hecho, espera que el waterpolo se convierta en una referencia en la localidad catalana.
Disfrutar, único objetivo
Pasarlo bien, llegar hasta dónde le permitan sus fuerzas y dejar un poso bonito en la memoria de quien comparta con él esta pasión. Son los objetivos que le quedan por cumplir en el mundo del waterpolo a Pablo Morillas, quien se define como un jugador trabajador y muy exigente que disfruta cuando las cosas le salen bien. Eso sí, también se cabrea cuando no lo hacen. En cuanto a su estilo de juego, considera que es un boya algo atípico, ya que se mueve mucho e intenta beneficiarse de su habilidad con el balón. “No soy el típico que se plante y hace suyos los dos metros”, asegura el waterpolista, quien está profundamente agradecido a su entorno. Es decir, a todos aquellos, como su familia, su novia o sus técnicos, que se han volcado con él, le han puesto las cosas fáciles y le han hecho sentirse cómodo y disfrutar de lo que más le gusta: el waterpolo.
Una disciplina que se ha convertido en su forma de vida y que le ha enseñado, entre otras cosas, a ser compasivo, a prestar atención a los pequeños detalles, a quererse y respetarse, a ser agradecido con los demás, a esforzarse en el día a día, a poner la vista en el futuro y a proteger al que lo necesita.
@nicolasarlanzon