¿Somos buenos ejemplos?

Dónde mejor se sienten los niños y niñas es en C.A.S.A. por lo que los clubes deportivos deberían de buscar y crear una situación semejante a la citada si creemos que el niño y la niña son el eje central, lo fundamental, nuestro tesoro

El técnico vasco en un partido / JOSEP ARNAU (ATELIER PHOTO)

Qué perfil de entrenador/a somos?, ¿qué perfil de entrenador/a queremos ser? Los niños y niñas donde mejor se sienten es en C.A.S.A., debido a que les supone un espacio de Curiosidad, Admiración, Seguridad y Alegría (Aguado, 2014). Por esta razón, los clubes deportivos deberían de buscar y crear una situación semejante a la citada si creemos que el niño y la niña son el eje central, lo fundamental, nuestro tesoro. ¿Es esto cierto?, ¿enfocamos nuestro trabajo de cantera de esa manera?, ¿nosotras/os o yo?.

Este mismo autor (Aguado, 2014 y 2015), nos muestra que en emociones como la seguridad (cuya plataforma de acción es el control), la curiosidad (interés), la admiración (imitación), o la alegría (permanencia) aprendemos. De esta manera, los y las deportistas disfrutan más del deporte y sobre todo, aprenden más. De hecho, el error se convierte en un gran y necesario aliado en el proceso, se convierte en una nueva oportunidad para experimentar y descubrir. Aprender a desaprender, ¡me encanta! Sin embargo, en emociones como el miedo, el asco, la rabia, la tristeza, la culpa, y la sorpresa, esta realidad es imposible (Aguado, 2014 y 2015). No sólo aprendemos menos (en el miedo) o nada, sino que se genera frustración, con lo que puede desencadenar el abandono.

Asimismo, estoy convencido de que la mayoría de nosotros y nosotras en algún momento hemos oído hablar o hemos leído algo relacionado con el efecto Pigmalión (o profecía autocumplida). Cuenta el mito que Pigmalíon era un escultor griego que acabó enamorándose de una de sus figuras, Galatea. Tal era su pasión que la trataba como si fuese real, puesto que representaba a la mujer de sus sueños. Gracias a la diosa Afrodita, que disfrutaba del amor que transmitía, ésta cobró vida. Así, nuestro protagonista no dejó de creer en Galatea, en sus expectativas, hasta que efectivamente estuvo viva. En este sentido, Hancock, Adler & Côte (2013) exponen que las y los entrenadores influyen en los y las deportistas directamente a causa del efecto Pigmalión; y éstos/éstas, a través del efecto Galatea, es decir, de las propias convicciones que uno/una misma tiene sobre su fracaso o éxito.

Por suerte, los entrenadores y entrenadoras tenemos terreno ganado. A diferencia de otras actividades, la mayoría de los niños y niñas les gusta la práctica deportiva elegida, están motivados y motivadas. Por lo tanto, nuestro objetivo es ayudar a iluminarles el camino, no a apagárselo. De ser así, será nuestro fracaso como entrenador o entrenadora y seremos el o la responsable, no podemos olvidarlo. De hecho, somos lo que transmitimos, somos lo que sentimos, pero ante todo, somos sus referentes. “Tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, estás en lo cierto” (Henry Ford).

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