Eugeni Asencio: la figura más relevante del arbitraje español

Es el máximo exponente arbitral del país; a lo largo de su trayectoria deportiva amasó innumerables éxitos gracias a su forma de ser, de pensar y de actuar; el último reconocimiento fue la insignia olímpica del COE

Cuando Enrique me comentó si podía escribir una líneas sobre Eugeni Asencio -con motivo de la entrega de la insignia olímpica concedida por el COE a finales del año pasado a manos del presidente de la RFEN, Fernando Carpena- pensé que era una buena oportunidad para abrir el archivo y para dar a conocer a una persona, que se puede considerar como ejemplar en el aspecto de cumplir estrictamente con lo que ha sido su educación, su formación y su personalidad. Habrá gente a la que no le guste ésta forma de ser, pero Eugeni -nadie que le conozca lo podrá negar- ha sido honesto con su forma de pensar a la que nunca ha traicionado fuese cuales fueran las circunstancias. Más allá de lo que indican las cifras -suficientemente elocuentes- con seis JJOO en sus espaldas, 432 partidos internacionales, dos finales olímpicas -en Los Ángeles y Seúl- y récords en su historial como lo fue la final del Mundial de Madrid 86 -la más larga de la historia- o reconocimientos internacionales como lo fue el honor de realizar el juramento de los jueces en nuestros JJOO, los de Barcelona 92, en una muy acertada elección. Nadie podría superar los méritos de Eugeni.

Pero nuestro personaje es mucho más que todo ello. Se inició en el waterpolo en su club de toda la vida, el CN Barcelona, donde fue portero del primer equipo participando en la Copa de Europa de clubes y llegando a la internacionalidad. Sus cualidades como waterpolista y su amor por el deporte le llevaron a iniciar su camino como juez del que consideraba “su” deporte. En su casa, la piscina de la Escollera, tenía los mejores maestros, puesto que, nuestro arbitraje -siempre entre los mejores considerados del mundo- ya tenía dos referencias de prestigio internacional, Tomás Batallé y Mateu Manguillot, ambos internacionales con finales olímpicas en su haber. Creció bajo su tutela y rodeado de árbitros de prestigio que fueron su espejo y consejeros, así y todo, él lo modeló todo a su forma de ser.

| Experiencia internacional

Fue en 1969 su primera actuación como árbitro internacional y de allí, sin prisas pero sin pausas, pasó a ser reconocido como el número uno. Un numero uno especial, que marcaba la línea a seguir, escrupuloso con la aplicación del reglamento y la ejemplaridad de los árbitros. Y es que el ‘maestrillo’ -como se le conoce en el ambiente- es el referente y el mejor consultor para muchos de los nuevos árbitros. Siempre presente en los partidos que su CN Barcelona juega en la Escollera y en los grandes acontecimientos del waterpolo, con 80 años cumplidos, mantiene su postura, puesto que la edad no le ha cambiado un ápice su forma de pensar y de actuar. Chencho, como le llamábamos los jugadores que entrenábamos en las convocatorias semanales del seleccionador en la piscina Sant Jordi -tanto con Bandy Zoliomy como con Josep Brascó- había entrenamientos dos días a la semana en la piscina de la calle Paris, tenía muy claro que el árbitro también debe estar entrenado y el no fallaba nunca. Ello le ayudó a mejorar, así como a los jugadores, que disponíamos de un entrenamiento de calidad debido a un arbitraje de alto nivel. Ha impartido numerosos cursos de formación de nuevos colegiados de manera ejemplar. Su alma de profesor era y es evidentePero su vida también tiene peculiaridades. Siempre iba, y aún va, a pie a las piscinas y regreso a casa. No le he visto de calle, sin americana. Dicen -yo no lo he podido comprobar, por lo tanto puede ser leyenda o no-que en las competiciones de más de un día -dígase Campeonatos de Europa, del Mundo o JJOO- por la noche, lavaba su camisa de árbitro a mano y la tendía en su habitación sobre la bañera, para tenerla perfecta para la siguiente actuación. Todos los jugadores sabían que si tocaban el balón después de que él les señalase falta, aunque fuese mínimamente e involuntariamente, era expulsión.

Su amor al arbitraje y a la perfección ha sido permanente. Aún recuerdo una frase del padre del waterpolo español, Bandy Zoliomy, que le dijo “con hacer sonar el silbato una vez, es suficiente, la falta está señalada” , para mirar de reconducir su forma de marcarlas, con un doble sonar del silbato. O una suya, “solo con entrar en una piscina, sin ver el juego, por el sonido del silbato, se sabe si es un buen árbitro o no, él que lo hace sonar”. Si tuviera de decir una frase que le definiera, tal vez seria, genio y figura, con todo lo que conlleva. Y para terminar solo, me queda agradecer todo lo que ha hecho por nuestro waterpolo. Sin figuras como la de Eugeni Asencio no se entendería.

twitter-bird@GasparVenturaM

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