La influencia de Pepe Brascó en el waterpolo de los 70

El catalán llegó a ser entrenador de tres selecciones diferentes, con una marcada personalidad que le hizo ganarse el respeto del mundo del waterpolo, a pesar de tener poco reconocimiento en España

El perfil de Josep Brascó, no puede fijarse en la frialdad de los datos, ya que su paso como seleccionador nacional fue mucho más que de unos resultados, unas clasificaciones. Y es que la injusticia de no ser un hombre carismático le llevó a una situación del reconocimiento por parte de los que vivimos su trayectoria de cerca, los que fuimos coprotagonistas de una etapa de nuestro waterpolo que cimentó las bases del trabajo hecho por Bandy Zoliomy. Nacido el 3 de diciembre de 1929, Pepe Brascó, superados los 90 años, cada mañana, va a la piscina de su club, el CE Mediterrani, al que perteneció como deportista desde 1944 a 1951, cuando eligió seguir sus pasos en el CN Montjuïc.

En el club blanquiverde estuvo en activo como jugador hasta el año 1966, cuando dio el paso a entrenador. Allí fue donde dio la primera muestra de carácter, de determinación, demostrando que la lucha por sus convicciones estaba por encima de condicionamientos a corto plazo. Aún recuerdo cuando, en la piscina de Folch i Torres, el año olímpico de Múnich, 1972, cuando el CN Montjuïc inscribió su nombre en el histórico de los grandes títulos nacionales, fue en el Campeonato de España, el técnico en aquella competición no fue Brascó, pero él lo fue hasta el día antes de empezar la competición, cuando molesto con diversas situaciones en el club, renunció, y su equipo quedó campeón, siendo el primer club que lograba arrebatar el título al CN Barcelona (en liga nacional, fue el CN Barceloneta, actualmente CN Atlètic Barceloneta en la temporada 1969-70).

Antes, entre el intervalo, Brascó había destacado como árbitro, llegando incluso a ser solicitado para arbitrar partidos en Grecia, un país, que como explicaremos luego le venera. El había sido el encargado de pitar la final del Campeonato de España, CN Barcelona – CN Barceloneta, en Sevilla y él fue el árbitro del histórico CN Barceloneta – CN Barcelona del año 1969, cuando los de Manuel Ibern padre, consiguieron arrebatar la imbatibilidad al club decano. Su amor al waterpolo le llevó a ser un seguidor incondicional de nuestra selección, al lado de Bandy Zoliomy, fue sumando experiencias, a la vez, se ganó la confianza de Bandy, que le recomendó para el cargo al finalizar los JJOO de Munich 72. No era fácil sustituir al padre del waterpolo español, prestigio a nivel internacional y el único que había llevado a nuestra selección a los JJOO, por ello Brascó tuvo la difícil empresa de demostrar que era capaz y que era él quien mandaba, puesto que desde su cargo en la FEN, aún no RFEN, Bandy estaba presente en todas las competiciones importantes, creando ello una situación complicada de llevar. El convencimiento del mundo de waterpolo de una tutoría exagerada tuvo una prueba de fuego en el primer Campeonato del Mundo que se celebró en Belgrado en el año 73, cuando el seleccionador tomó una decisión importante, poco popular, que tuvo el apoyo de su “guardia pretoriana”, Bandy y Ibern padre. La figura del equipo volvió para casa a mitad de la competición.

Con él llegaron las primeras becas de la federación española para waterpolistas, en la Residencia Joaquim Blume se unieron waterpolistas jóvenes con posibilidades, a la vez que a los mismos se acoplaban en los entrenos del mediodía jugadores de fuera de Barcelona que estudiaban en la ciudad condal. Por las noches seguían los entrenos de los mejores en la misma piscina de Sant Jordi. Su labor, su trabajo incansable, manteniendo resultados en categorías, con victorias en el Torneo de las 6 Naciones Juvenil, un auténtico Campeonato de Europa de la categoría de la época, lugares de honor en los Campeonatos de Europa Júnior, en categoría absoluta, pódiums en los JJ del Mediterráneo, con buenas actuaciones puntuales sin premio de una gran clasificación en los grandes torneos, léanse Campeonato del Mundo o de Europa, pero ello no implicaba que el trabajo no estuviera dejando un pozo que sería básico para el salto de nuestro waterpolo en los JJOO de Moscú con Lolo Ibern. Poco a poco sus decisiones iban configurando un equipo nuevo, completamente reformado, con decisiones valientes, muchas veces puestas en duda por el “entorno” que nuestro deporte también tiene. Así, con él, subieron al equipo Manel Estiarte, con solo 15 años, una apuesta ganadora, pero es fácil decirlo a toro pasado, la elección de Manolo Delgado como portero titular, una apuesta complicada por la gran categoría que tenía también su rival, Francisco Castillo, o la entrada de Pere Robert en Viena 74, entre otros grandes de nuestro deporte, consolidada con los jóvenes veteranos.

Sus decisiones, quizás controvertidas en su momento, por sus formas más que por el fondo, tenían una buena dosis de visión de futuro, futuro que le dio la espalda como seleccionador español. ¿Por qué digo que le dio la espalda? Pues llegaron dos momentos ingratos, el primero, cuando en el Mundial de Cali, en el año 75, nos quedamos a las puertas de estar entre los clasificados para los JJOO de Montreal, pero aún fue peor, puesto que Yugoeslavia, descalificada por doping, debía pasar a jugar el preolímpico europeo, con solo una plaza en juego. Los elegidos para luchar por estar en Canadá, una lista con alguna baja inesperada, estuvieron a la altura, victorias ante Suecia y Gran Bretaña y en partido grande, con Yugoslavia, en el que los balcánicos tuvieron que luchar al máximo para dejarnos sin premio, un 4-2, que dejaba una buena selección en ciernes a la espera de los siguientes JJOO. Unos JJOO en que no estaría ya Brascó. A pesar de los cambios, del trabajo, lo cierto es que los resultados no acababan de salir y el cambio de responsable de la comisión de waterpolo federativo, Joaquim Pujol, hombre decidido y ganador, hizo que este tantease a otro técnico. Enterado Brascó, persona consecuente, no tardó en presentar la renuncia. No tenía sentido seguir si no tenía la confianza de los mandatarios. Llegó la hora de Lolo Ibern.

Acepta la oferta del CN Sabadell, donde tras dos temporadas da el paso a salir al extranjero, una oferta desde Arabia Saudí le lleva a trabajar en un país donde el waterpolo es un gran desconocido, donde su trabajo ingente, tiene mucho de satisfacción personal y poco reflejo a nivel internacional, allí tiene dos etapas, en medio el paso por el CN Martorell, pero donde es realmente reverenciado es en Grecia, donde su paso por clubes y selección le hace merecer una consideración, salvando las distancias, como padre del waterpolo heleno, clubs como Quios o Vouglameni hablan maravillas de Pepe, que les dio la plataforma desde donde se forjaron. En su etapa en tierra helenicas una Copa de Grécia y una Recopa europea.

Seguro que algo habrá quedado en el tintero, pero una vida dedicada al waterpolo, da para mucho y nunca hace justicia, quedan anécdotas, como la batalla campal en el europeo junior de Jonkoping, o como en un Mundial un jugador substituyó a otro por la próxima paternidad, en una elección controvertida, etc. pero quizás el mejor resumen en pocas líneas seria: Pepe Brascó, un enamorado del waterpolo, fiel escudero en su momento, capaz de ser seleccionador en tres países, con poco reconocimiento en casa, como es habitual, por sus merecimientos, pero si que valorado por los que vivieron de cerca su pasión por el waterpolo y que le aprecian, algunos a pesar de no haber compartido sus decisiones en su momento. Una persona para agradecer su trayectoria y darla a conocer, es la ingratitud del deporte.

twitter-bird@GasparVenturaM

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