Alberto Castro: parte activa del waterpolo en el País Vasco
Este amante del waterpolo no sólo es parte activa del arbitraje vasco, si no que desarrolla su pasión por el deporte como colegiado Nacional, así como miembro clave del proyecto del Leioa Waterpolo
Allá por el año 1998, cuando Javi Vidal, responsable por aquel entonces de la Escuela de Natación de Sakoneta, decidió echar unos cuantos balones al agua para tratar de motivar a un grupo de nadadores un poco cansados ya de hacer largos en la piscina, todo se entendió en un principio como algo anecdótico, pero pronto se se convirtió en algo habitual cuando ese grupo empezaron a hacer una sesión semanal los sábados. Aquella idea fue entonces cogiendo forma y un año después se fundó el club de waterpolo, que empezó con un equipo femenino y otro cadete mixto, ya que eran los grupos que contaban con gente suficiente para competir. Los chicos, mientras tanto, jugaban algún amistoso y participaban en los torneos universitarios. «Éramos una banda, pero a base de constancia fuimos mejorando y en 2001 juntamos a los suficientes para poder empezar a competir por fin a nivel oficial«, recuerda ahora Alberto Castro, uno de esos locos por el waterpolo que comenzó contra viento y marea y que ahora no sólo forma parte activa de un club referente de Euskadi como es el Leioa, sino que a su vez ejerce de árbitro nacional, además de responsable de vocalía de árbitros en la Federación vasca.
| Su papel como árbitro
Y es que hoy día el arbitraje es una forma más de participar en este deporte, pero también de completar «la experiencia que se vive como jugador«. Y es que según explica a WATERPOLISTA.com «ser árbitro me ha permitido estar en citas a las que, bien por edad o bien por nivel deportivo, no he podido aspirar como jugador. Me ha permitido conocer gente que me ha enseñado mucho, y gracias a la cual en su día decidí dar el salto a nivel nacional«, asegura Castro quien comenzó su trayectoria a pie de piscina en el año 2008, aunque antes venía ejerciendo de auxiliar de mesa. «No fue una decisión que tomé de sopetón, sino algo que fui madurando con el tiempo y que decidí hacer cuando consideré que estaba preparado. La competición en Ligas de Euskal Herria iba creciendo temporada a temporada y había demanda de árbitros todos los años, así que me apunté al curso para sumar«, comenta el árbitro que considera que para él «la adaptación al rol de árbitro fue un proceso natural». «Ahora muchos chavales jóvenes se apuntan a los cursos sin apenas haber tocado un silbato, y aunque lleven muy bien la parte teórica se les nota mucho que están verdes a la hora de la práctica. Yo siempre les digo que antes de apuntarse prueben a pitar entrenamientos y partidillos, para asegurarse de que les gusta y de que cuando llegue el momento van a hacerlo bien. Si no, corren el riesgo de frustrarse y acabar colgando el silbato al poco tiempo de empezar», asegura.
Llegados a este punto, Castro entiende que no se ha marcado un reto determinado. «Mi reto principal es el próximo partido, tratar de dar lo mejor de mí y salir de la piscina con la satisfacción del trabajo bien hecho. Para mí eso es lo que vale, si luego en función de mis actuaciones consigo alcanzar una determinada categoría, pues bienvenido sea. No soy especialmente ambicioso en ese aspecto, para mí lo primordial es disfrutar de lo que hago por encima del nivel de la competición en la que esté actuando. Tanto si se trata de un partido de Liga Nacional como de uno de benjamines de Liga Bizkaina», comenta el árbitro vasco, que por otro lado, da su punto de vista en relación a la situación del arbitraje en España: «está considerado como uno de los mejores del mundo, y no creo que sea algo que se diga de cara a la galería. Por poner un pero, quizá habría que trabajar en fomentar la movilidad de los árbitros, para poder arbitrar con mayor diversidad de compañeros y a equipos distintos a los de nuestra zona geográfica. Sería algo muy enriquecedor. También entiendo que es algo complicado de gestionar, más si cabe esta temporada», asegura.
| La importancia del Leioa
Más allá de su faceta como colegiado, Castro es parte activa en el Waterpolo Leioa, ya que es «un proyecto de waterpolo que he visto nacer, crecer y alcanzar cotas inimaginables para un club humilde, y todo ello con el privilegio de haberlo vivido desde dentro«. «Forma parte de más de la mitad de mi vida, y es fuente de multitud de recuerdos y anécdotas», comenta a la par que desvela que para el club este año está siendo «muy complicado». «Tanto que el club casi ha estado casi más preocupado de asegurar su propia supervivencia que de centrarse en el proyecto en División de Honor. La temporada está siendo una sucesión de piedras en el camino, que se han sumado a una empresa ya de por sí complicada a nivel estrictamente deportivo. Aun así, es un equipo que está acostumbrado a luchar porque es algo que lleva haciendo toda la vida, y que ha acabado rompiendo todas las barreras que se ha encontrado en su camino«, recalca, al igual que da su punto de vista en relación a la situación en la que se encuentra el waterpolo en Euskadi: «el waterpolo vasco ha crecido mucho en las últimas temporadas. No hace tanto, hablo de hace menos de 10 años, eran contados los clubes que trabajaban en serio con las categorías. Se veía reflejado en las competiciones, donde la participación de juvenil para abajo era muy escasa. Todo eso ha cambiado, afortunadamente. Hasta que llegó el Covid-19, las Ligas de Euskal Herria contaban con más de un centenar de equipos sumando todas las competiciones y cerca de 900 partidos durante la temporada. Ahora nos queda la incógnita de saber cuánto daño nos va a causar la pandemia, ya que en Euskadi las restricciones al deporte están siendo muy duras y, por ejemplo, las competiciones de categorías juvenil y cadete hace apenas un mes que se reanudaron tras un año de parón total. Y en el caso de los infantiles, alevines y benjamines la situación está siendo aún peor, ya que ni siquiera les han permitido entrenar durante gran parte de la temporada, y de competir ya ni hablemos…», concluye.