Ellas, si ellas marcan el camino a seguir

"Si el waterpolo ha tenido un reconocimiento exterior en los últimos años, esto se ha debido principalmente al camino llevado a cabo por nuestras waterpolistas, quienes se han ganado el respeto de una sociedad", reconoce Enrique Toste

Antes de entrar en el fondo del asunto, hay que partir de una idea en común: el waterpolo como deporte en general es tratado como una de esas disciplinas (mal llamadas) minoritarias por varios motivos, aunque uno de mucho peso: el respaldo económico y mediático que recibe no es equiparable al esfuerzo, horas y sacrificio que jugadores/as, entrenadores/as y directivos/as ponen en valor diariamente. Partiendo de esto, hay que destacar que en los últimos años, si el waterpolo ha tenido un reconocimiento exterior, esto se ha debido principalmente al camino llevado a cabo por nuestras waterpolistas, quienes se han ganado el respeto de una sociedad, que ha conocido el balón amarillo a raíz de los éxitos femeninos cosechados desde el año 2011 en adelante.

Y es que cuando el waterpolo nadaba a la deriva más profunda, una vez los éxitos de la generación dorada de los 90 parecía haber quedado atrás, las chicas alzaron la voz, y las chicas enarbolaron la bandera de la ilusión para que aunque sea en citas claves (hay cosas que no cambian) nuestro querido deporte reciba el calor, el apoyo y sobretodo la admiración de muchas personas que a raíz de las medallas de Maica García, Laura Ester, Roser Tarragó y compañía han conocido un deporte que antes para ellos era desconocido. Los datos de por sí son demoledores: desde el año 2011 hasta este 2021, el equipo femenino del CN Sabadell ha logrado cinco títulos de Euro League y tres Supercopas de Europa, el CN Mataró, un título en la LEN Trophy, y la selección nacional ha cosechado (nada más y nada menos) que dos platas olímpicas, un oro y dos platas en los Mundiales, así como dos oros, una planta y un bronce en los Campeonatos de Europa. Hablamos en total de dieciocho medallas que hablan por si solas, y que a veces cometemos el error de normalizarlas. Y lo cierto es que normalizar dieciocho medallas en diez años es cuanto menos un menosprecio al trabajo regular, constante y sacrificado que nuestras máximas exponentes deportivas han venido impulsando.

Es más, hay que tener en cuenta que en 2013 (un año después del primer éxito femenino) el número de licencias de jugadoras de waterpolo rondaban las 2.500. Cinco años después la cifra ya se había duplicado, más allá de que a nivel nacional ha crecido en un 33% las fichas. Un dato que habla por si solo de la notable evolución protagonizada por el waterpolo femenino español. Y es que si el waterpolo femenino español ha sido capaz de convertirse en una referencia mundial, esto se debe principalmente a dos razones: el trabajo por crecer sin importar el cómo y la humildad con la que llevar a cabo ese crecimiento, ganándose pulso a pulso cada mérito. Porque en definitiva, ellas, sólo ellas marcan el camino a seguir y el rumbo que nuestro deporte debe tomar.

twitter-bird@etoster

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