Jordi Sans: «Al día siguiente siempre vuelve a salir el sol, pero tardó mucho»

Uno de los integrantes de la generación dorada que disputó la mítica final en los Juegos de Barcelona 1992 recuerda en WATERPOLISTA.com una de las citas más históricas para el waterpolo español que cuatro años después se terminaría quitando la espinita con el oro olímpico en Atlanta

El año 1992 marcó un antes y un después a la ciudad de Barcelona, lugar que fue el epicentro del deporte internacional con la celebración de unos Juegos Olímpicos que marcarían muchas vidas, y en particular marcaría el rumbo de un waterpolo español con hambre de medallas a través de un grupo de jugadores algo difícil de gestionar, con mucha personalidad, un gen competitivo único y la ambición de comerse el mundo. A esta combinación de aptitudes y explosivas sensaciones hay que introducir una figura tan querida como odiada (versiones sobre él hay muchas) como fue Dragan Matutinovic, responsable de cumplir las expectativas fijadas fuese como fuese y costara lo que costara. Sus métodos al igual que duros, parecieron ser notablemente efectivos. «Una de las primeras cosas que recuerdo de la cita era el increíble ambiente tanto a nivel de público en los partidos, como por las propias calles de Barcelona. Toda una ciudad y todo un país volcado con los deportistas, pero principalmente todos ilusionados por que Barcelona acogiera la cita olímpica«, explica a WATERPOLISTA.com Jordi Sans, que destaca la presión que sentía el equipo por el simple hecho de ser los anfitriones, y eso que según puntualiza «intentábamos evitarla». «De hecho nuestro entrenador nos llevó a Andorra unos días antes de entrar a la Vila Olímpica precisamente para que no viviéramos esa presión porque los medios de comunicación, antes de empezar los JJOO ya daban como una medalla segura al waterpolo», detalla a la vez que recuerda que hasta esa cita, nunca se había conseguido medalla alguna en unos Juegos. «Cuando te ponen la etiqueta de favorito y juegas en casa es complicado, la presión era importante», puntualiza el ex-jugador, quien no oculta que la preparación para los Juegos fue «durísima». «Fuimos varias veces a Andorra. Una preparación de ocho horas diarias de entrenamiento, pasando por la mañana hacer ejercicios de abdominales, lumbares, y hasta 10 km por la montaña de Andorra. Un partido de fútbol en el cual no podías dejar de correr porque si no nos hacían correr por una pista. Más de 9000 metros nadando con camiseta. Por la tarde 2 horas de pesas, 3000 metros más. Además tres o cuatro veces por semanas nos ponían con cinturón de 5 kilos colgado. Después la técnica y la táctica. La preparación fue muy dura no solo físicamente sino también psicológicamente», recuerda en relación a la preparación de un equipo que llegó a la primera fase del Campeonato como motos. «Esta primera fase ya nos dio buenas expectativas de lo que podíamos hacer. De hecho eliminamos a Hungría, que era una potencia muy grande, también teníamos a Cuba, empatamos con Italia. Una Italia que después nos la encontramos en la final y ese empate no era un resultado cualquiera. La fase preliminar fue dura, pero las cosas nos fueron bien y eso nos empezó a dar más motivación de cara a las próximas eliminatorias«.

«A medida que avanzaba la competición nos veíamos, al menos yo particularmente con opciones de luchar por las medallas y el tema del oro, al menos en mi caso, hasta ganar el partido de semifinales nunca pensé en poder lograrlo. De hecho siempre he sido un jugador que he ido paso a paso en todas las competiciones porque si te creas unas expectativas excesivamente altas,el perder o empatar, te puede pasar después factura psicológicamente. Pero si que realmente estábamos muy contento de la manera que estábamos jugando, ya que nos veíamos capaces de lograr una medalla por primera vez», puntualiza Sans, quien considera que esa capacidad propia del equipo les hacía más fuerte, puesto que juntos formaban una simbiosis perfecta de talento, fuerza, jugadores de primera línea mundial. «Todo esto se unió a una preparación bestial con un carácter de jugadores brutales y un talento que yo no he vuelto ver en un equipo español. Teníamos probablemente al mejor portero del mundo cómo era Jesús Rollán. Defensores fantásticos y además teníamos un ataque con tres o cuatro jugadores claves, entre ellos, Miki Oca, Manel Estiarte, Chava Gómez. Hablamos de una calidad absoluta«, detalla.

| Una primera fase premonitoria

Y tras una fase inmaculada que vivieron de manera ascendente, la selección española se plantó en la final. Y lo hizo frente a Italia con quien habían empatado previamente. «La final la afrontamos delante de nuestro público con una motivación excesiva. Quizá al jugar en casa con toda esa gente en las gradas de las Bernat Picornell llenas, generaba una presión lógica. En el túnel me sentí como un gladiador antes de salir a la arena a pelearme con las fieras. Ese exceso de presión nos pudo ir mal en algunos momentos del partido«, comenta Sans, que hace una radiografía de sus rivales italianos: «esa selección italiana lo que tenía es que era la mejor de los JJOO. Era un equipo súper compensado en todas sus líneas: la portería, la defensa y el ataque. Pasando por su boya, a pesar de ser un jugador desagradable y mala persona. Tengo que reconocer que todo el equipo era brutal y con mucha experiencia y acostumbrado a jugar en piscinas de mucho público, acostumbrado a una liga muy potente, acostumbrado a jugar finales como aquella y eso les ayudó«. Al final, tras un partido para el recuerdo, marcado por las innumerables prórrogas, Italia terminó por superar a una selección que tras al final tenía sólo una sensación en la cabeza: «fracaso». «Estábamos delante de nuestro público y amigos. Recuerdo pensar que habíamos perdido la única oportunidad de ganar una medalla olímpica. En aquel momento era difícil mirar a cuatro años vista. Sobre todo después de la final más larga en la historia del olimpismo con tres prórrogas. Pero ese equipo se volvió a levantar por muy fuerte que fuera la caída«, reconoce.

Y es que lo cierto, es que aunque en ese momento la sensación era amarga, este mismo equipo (con Joan Jané ya como director de orquesta) si que se subió a lo más alto del podio. Lo hizo en los Juegos de Atlanta 96, el primer gran éxito antes de que llegaran otras alegrías de una generación muy especial. Eso sí, Jordi reconoce que «no soy de los que piensan que esa derrota sería la semilla de lo que ganaríamos años después». «Nosotros en todas las competiciones durante diez años estuvimos en las medallas. Ese equipo demostró que era un equipo ganador, aunque no siempre se gana en el deporte. Lo que sí es cierto es que quizás si hubiésemos ganado los Juegos de Barcelona hubiéramos logrado lo máximo que se podía lograr. Ese equipo marcó una época. Fueron diez años absolutamente gloriosos. Para mí el mejor equipo de nuestro deporte, al menos aquí en España«, concluye.

twitter-bird@jove_grada

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