La utopía pedagógica en el deporte de base y su uso

"La utopía es una, pero sus rostros son diversos. Un profesor, un padre, se encuentra ante una pedagogía, ante una escuela, ante una reforma. Ahora tiene que intentar saber qué concepción del niño, de la inteligencia, del saber y del papel del educador plantea esta pedagogía, esta escuela, esta reforma", reconoce el columnista de WATERPOLISTA.com

La utopía es una, pero sus rostros son diversos. Un profesor, un padre, se encuentra ante una pedagogía, ante una escuela, ante una reforma. Ahora tiene que intentar saber qué concepción del niño, de la inteligencia, del saber y del papel del educador plantea esta pedagogía, esta escuela, esta reforma. El niño de los pedagogos ¿es inteligente? ¿Es capaz de aprender? Ninguno de ellos cree que el niño sea inteligente. Para ellos en el comienzo de la existencia no hay nada “En el origen – escribe Comenio -el hombre no es nada”. Son la instrucción y la educación las que crean al hombre. Así lo dijo Erasmo. También dijo que el niño pequeño, masa de carne sin desgastar, es maleable a voluntad. Comenio llama a las escuelas “fábricas de hombres”.

Rousseau toma las palabras de Erasmo. “Los hombres – dice- se forman por la educación”. Se diría que los niños de los pedagogos no piensan. “ No vivimos para pensar – dijo uno de ellos (Dewey) -, sino que pensamos para vivir. Comenio, por su parte, lo explica de manera diferente. Según él, el cerebro del niño es como un vaso. El profesor vierte en él saber, y el vaso se llena. Para Jean- Jacques Rousseau y sus discípulos de la escuela activa, el niño sólo aprende por necesidad e interés. El hijo de Rousseau Emilio, inventa el saber con sus experiencias. Por ejemplo, inventa las leyes de la refracción sumergiendo un bastón en el agua. Nunca debe recurrir a las lecciones, sino a la experiencia. Nunca se habla de la inteligencia ni de la memoria. Y en cuanto al trabajo personal, ni mencionarlo. Pero si la inteligencia no es activa, ¿Porqué querríamos ejercitarla?

| Degradación de la importancia del saber

Junto a todo lo anterior, la importancia del saber disminuye. Los humanistas y Comenio solamente ven en términos de cantidad. El niño debe de saberlo todo. La escuela enseña todo a todos. Pero esto no es serio. Con Lamy y Nicole pierde en calidad. Al afirmar que la mente no está hecha para el saber, sino el saber para la mente, ”para ajustarla y perfeccionarla”. Por culpa de ellos, el saber deja de ser un fin en sí mismo. Hay que preferir la práctica de la lengua a las reglas de la gramática. Usus non praecepta. “No tiene la menor importancia – dice Claparède- que un alumno sepa si una frase es principal o subordinada” .”La historia es defectuosa”, señala Rousseau. “Cuanto más saben los hombres – escribe Rousseau- más se equivocan”. Dewey, por ejemplo, considera que enseñar es una pérdida de tiempo. Nada de ello- dice será útil en la vida.

Para los humanistas y para Comenio, el niño no existe sin el pedagogo. Para Considèrant, para los teóricos de la escuela activa y para Meirieu, los padres existen pero quienes forman al niño son la pedagogía y el pedagogo. La familia no tiene nada que decir al respecto. Lo único que haría sería estropear a su retoño y protegerle abusivamente. Si el profesor no sabe provocar el evento pedagógico”, los niños no comprenden nada. Ardua tarea, pero fascinante. Ser pedagogo es ser mago. El profesor de hoy es comparable a un mecánico que vierte el saber, a un modelador que da forma a una materia prima. Ya no es el maestro, porque el maestro es el que estimula una inteligencia activa y la dirige obligándola a ejercitarse., es decir a trabajar. Ya no es el maestro porque ya no castiga, porque no corrige. Eso está prohibido porque, como dicen todos los pedagogos, el niño tiene que aprender por placer o por necesidad.

| El niño está prisionero y manipulado

El niño no es nada al comienzo de la vida. Y tampoco es gran cosa después ya que su inteligencia es pasiva. Pero, ¿tiene memoria? La osa no está clara. Si la tiene, no debe utilizarla mucho. Los pedagogos no valoran demasiado los ejercicios de memoria. Montaigne dijo que “saber de memoria no es saber”. “Odio los libros”, escribió Rousseau. “Los libros son el azote de la infancia”, añadió. Ya había dicho Comenio que “debido a los libros, hasta los más sabios se pueden equivocar”. El libro es la libertad. Esta es la razón por la que los pedagogos no lo quieren. Pero eso no es todo. El niño no solamente está prisionero, sino que también está manipulado y engañado. “A esa edad hay que engañarlos”, dijo Erasmo. Se les engaña de diversas maneras : haciéndoles ver creer que el trabajo no es más que en juego, que son libres cuando en realidad están prisioneros, que tiene derechos, que pueden aprenderlo todo y que el éxito estañas siempre al final del camino. La escuela utópica es la del “éxito para todos”, estableció Meirieu. Tantas mentiras deshonran a quienes las profirieron, evidencian un gran desprecio por el niño y tiene por efecto envilecer el saber. Porque aprender no es ningún juego y al saber se accede por el trabajo. El colmo del disparate es la teoría de Ferrière y otros pedagogos de la escuela activa sobre el niño como sujeto de la instrucción y ya no su objeto. En otras palabras, el niño se instruye a sí mismo, se autoeduca. Los profesores y los educadores están solamente para ayudarles. Lánzate y echa a volar, le dicen ,pero no tiene alas.

| La educación socializa al niño

Nuestros pedagogos quieren que el niño esté socializado, es decir preparado para integrarse en la sociedad. La educación antigua y la medieval pretendían por encima de todo dar a los niños buenos hábitos y hacerles adquirir virtudes. Aristóteles quería que la educación hiciera al hombre bueno y santo Tomás, que lo hiciera perfecto. Los humanistas le enseñan civismo, Locke y Condorcet le meten en el bolsillo un pequeño código de conducta y Rousseau le enseña a sacar partido de los demás. Considèrant, y más tarde sus discípulos marxistas, añaden a todo ello la educación colectiva, en la que los niños ya no son educados por sus padres, sino por la sociedad. Esta teoría se aplica también a la instrucción, puesto que la formación en la alteridad consiste también en “aprender juntos”. Está prohibido aprender solo. El que rechace aprender juntos será expulsado de la escuela. Así lo dice Meirieu. Los pedagogos de la escuela activa, en colaboración con la UNESCO, diseñan un plan de “modificación de la actitudes”. Se construirá el bípedo humano de los tiempos venideros. Todo joven profesor – concluye Meirieu- es un “constructor de humanidad”

La utopía de los pedagogos quiere que el niño sea “modelado” o incluso creado por su educación. Por el contrario, para la doctrina cristiana el hombre, debido a su propia esencia, no es producto de su educación. Criatura de Dios, viene al mundo con su alma racional y todos sus dotes naturales. El educador no le crea ni tampoco le modela. Solamente le prepara y le despierta para que pueda hacerse bueno e incluso perfecto y dar lo mejor de sí mismo. Su papel sigue siendo el de enseñar, el de hacerle conocer a Dios, su creador, el de instruirle en los diferentes saberes y en su futuro oficio. Los pedagogos utopistas menosprecian esta función de la enseñanza, del mismo modo que ignoran una necesidad del niño de aprender y saber. Como fundamento de la escuela de la sociedad, la familia también es la primera sociedad del niño. La escuela existe para ayudar a la familia en su tarea, pero solamente es su auxiliar. La utopía pedagógica quiere aprovecharse de la educación para crear una sociedad nueva y transformar el mundo. La educación cristiana no tiene como objetivo este cambio. Lo que quiere por encima de todo es mejorar a los niños y enseñarles a glorificar a Dios y a honrarle y rendirle el culto que le es debido.

| La utopìa de los pedagogos y la utopía política

La utopía pedagógica se parece a la utopía política ,inventada por Tomás Moro y Campanella, materializada por la Revolución bolchevique y notablemente definida por Mónica Papazu. El rechazo de la realidad ya creada y la sociedad, la fabricación completa del hombre por sí mismo y la sociedad, la exclusión de la familia y, finalmente, la negación del hombre, el odio al ser y el rechazo a Dios. “Cuando el utopista – escribe Papazu – habla de la alegría la felicidad y la generosidad de los súbditos de la ciudad, en realidad está hablando de la felicidad planificada, de la libertad organizada y del altruismo obligatorio” del colectivismo impuesto. La utopía pedagógica se presta al mismo análisis. Anuncia el alumno perfectamente educado y plenamente adaptado a la sociedad en la que está llamado a vivir. Pero cuando se convierte en realidad, la utopía produce ignorancia e incompetencia. Los pedagogos anuncian el “éxito para todos”, pero al mismo tiempo prohíben los medios adecuados para aprender y devalúan el propio saber.

| Situación actual de la utopía pedagógica

La utopía pedagógica se encuentra hoy en una posición de fuerza, ero también, en cierta manera, de debilidad. El espejismo pedagógico actual está hecho de todas estas ilusiones acumuladas. Por eso puede ejercer una gran fuerza de atracción sobre los espíritus débiles, lamentablemente demasiado numerosos. Desde hace más o menos medio siglo, seducidos por sus promesas, los gobiernos e instituciones internacionales se esfuerzan con todos sus medios en someter a la utopía la realidad de la educación. pero sus efectos son desastrosos. Así somo reconocemos el árbol por sus frutos, reconocemos la utopía pedagógica por sus efectos calamitosos: la generalización de la ignorancia y la parálisis de las inteligencias. Berdiaev lo dijo a propósito de la utopía política. Escribió que, tras la Revolución de 1917 y la comprobación de que las utopías se habían demostrado “realizables”, se había hecho necesario poner en funcionamiento los medios “para evitarlas y para regresar a una sociedad no utópica”. Indudablemente, podemos hacer lo mismo contra la utopía pedagógica .También ella ha demostrado que es realizable. Hagamos lo posible, por lo tanto, para evitarlo.

Las relevaciones sobre el gulag no impiden que los regímenes totalitarios actuales sometan a trabajo forzado a millones de seres humanos. La exposición casi diaria del desastre escolar tampoco impide que el Ministerio de Educación continúe fabricando ignorantes. Debemos desenmascarar la mentira de los pedagogos y demostrar cómo, bajo sus apariencias seductoras y sus discursos hipócritas, esconden el odio al ser y el rechazo al conocimiento. Hoy hay en el mundo escuelas al margen del poder de la utopía. Estas escuelas son todavía poco numerosas, pero si la verdad se impone, se multiplicarían. Esperémoslo.

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