‘Nunca es tarde…’

"Las tareas que configuran las sesiones deben respetar y dar respuesta a las necesidades motivacionales de los jugadores e incrementando el tiempo destinado al juego", analiza el columnista de WATERPOLISTA.com

Tradicionalmente, el entrenamiento de los deportes colectivos se ha programado y realizado buscando la optimización de manera separada de los diversos grupos de contenidos que integran su estructura de rendimiento, su lógica interna. Muchos entrenadores han considerado que el atletismo era la esencia en la mejora de la condición física (Loturco y cols., 2015). De esta manera, el waterpolo era la suma del trabajo analítico de la técnica, táctica, sistema de juego y preparación física. Del autoconocimiento, gestión de emociones y desarrollo de las relaciones interpersonales ni hablamos. Cuentos chinos, mitología barata. Sin embargo, en las últimas décadas, ha aparecido una nueva metodología de trabajo: la metodología integrada. La metodología holística o integrada se basa en que en la práctica deportiva, las diferentes estructuras se expresan íntimamente relacionadas, en cuanto a que cada una representa el soporte de la otra y deben de ser analizadas como un todo (Seirul-lo, 1993).

De hecho, el juego no es más que la simple suma de sus partes pertinentes y esa unidad implícita impide la fragmentación de sus contenidos. En consecuencia, las tareas que configuran las sesiones deben respetar y simular dicha relación, dando respuesta a las necesidades motivacionales de los jugadores e incrementando el tiempo destinado al juego (Fernández y Barrenetxea, 2018). Así, por ejemplo, el waterpolo no es nadar con balón. Esto es, en natación una mejora del VO2 máx. determina una mejora del rendimiento. En los deportes colectivos, en cambio, estos resultados pueden que no signifiquen una mejora del rendimiento, porque son numerosos los factores que lo moldean. En este sentido, parece que los indicadores tácticos son los que reflejan mejor la lógica interna, desarrollo y entendimiento del juego (Peñas, 2018).

Asimismo, se observa que los y las deportistas deben tomar decisiones al mismo tiempo que realizan grandes esfuerzos físicos (Tenenbaum y cols., 1993). Este entrenamiento cognitivo es fundamental para los deportes de equipo (Seirul-lo y Vargas, 1991; Tous, 1999). La suma de una gran cantidad de experiencias motrices provoca facilitaciones neuromusculares que posibilitan una respuesta a cada situación motriz (Romero, 2010). El objetivo es proporcionar al individuo la máxima capacidad de respuesta ante situaciones lo más variables y cercanas a la modalidad deportiva, mediante la estimulación con tareas diferentes y de forma progresiva. En la combinación está la virtud. Además, el entrenamiento pliométrico debe introducirse también en el trabajo de coordinación, el cual mejora el tiempo de reacción voluntario y el tiempo necesario para conseguir el pico de fuerza de un músculo, al igual que en programas con equilibrios (Abernethy y Bleakley, 2007). De esta forma, un mayor desarrollo en el trabajo integral a nivel cognitivo-condicional implicado en la producción de energía permite al y a la deportista afrontar con mayores garantías de éxito las acciones diversas que se presentan durante las diferentes situaciones del juego (Garganta, 1996; Garganta y Pinto, 1997).

Este desarrollo de la fuerza específica ayuda a mejorar las acciones en velocidad (agilidad), y la capacidad de repetir estas habilidades permite que se puedan realizar de manera repetida, con mayor implicación en el juego y con mayor eficacia cuando llega la fatiga (Cometti, 1998). Así, se resalta la importancia en el rendimiento del y de la deportista el trabajo específico, adaptado a la modalidad deportiva (Veliz y cols., 2015). Por esta razón, autores como Massafret (1998) definen a la fuerza como la capacidad condicional que mediante la actividad muscular, nos permite superar o contrarrestar física y psiquícamente, una carga específica de trabajo de una intensidad alta y variable que se manifiesta en intervalos cortos de tiempo, permitiéndonos mantener el nivel óptimo de rendimiento en la ejecución de las necesidades coordinativas que exige el juego.

Nunca es tarde para reaprender. ¿Seguimos o comenzamos?

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