Pablo Ráez, el luchador que disfrutó con el waterpolo

Pablo Ráez (primero de la derecha) junto a parte del equipo juvenil del Marbella / CWM

El pasado sábado todo el país se conmocionó con una triste noticia que sacudió la sociedad española. El joven malagueño Pablo Ráez, con apenas veinte años, falleció en su casa en Marbella tras padecer la larga enfermedad, leucemia, que le obligó a someterse a dos trasplantes de médula ósea en el Hospital Regional de Málaga. El joven fue sometido en noviembre de 2016 a un segundo trasplante de médula. Durante las últimas semanas había explicado en redes sociales como su cuerpo estaba rechazado el trasplante. Fue su propio padre, Francisco Ráez, el que explicó que «su estado ha ido deteriorándose, tenía una infección muy grande y no ha podido más». En este mismo sentido, Ráez había explicado que el mes de enero fue un «periodo muy duro».

El pasado verano publicó en las redes una carta titulada «Siempre fuerte, Siempre». La actitud positiva de este joven marbellí en su dura batalla contra la leucemia, unida a su empeño en promover la donación de médula ósea le han convertido en un ejemplo. Antes de conocerse su historia ante los focos, Pablo ya luchaba de manera inalcanzable y siempre con una actitud positiva ante la adversidad.

CROSSFIT Y WATERPOLO

En muchas ocasiones se aferró al deporte como vía de escape. Le gustaba practicar el CrossFit, pero por su vida también pasó de manera esporádica el waterpolo, deporte que practicó en el CW Marbella desde septiembre de 2013. Cuando llegó era juvenil de segundo año. «Lo conocemos bastante bien cuando se recuperó la primera vez pasó por la piscina a saludarnos. En el año que llegó entró como un compañero y un amigo más», explica a WATERPOLISTA.com Álvaro Caracuel, quien fuera compañero no sólo de equipo sino también en el Instituto al igual que el portero Juan Antonio Rodríguez.

A pesar de empezar ‘algo tarde’ la actividad del waterpolo, «mejoró muchísimo en muy poco tiempo». «Era un chico bastante listo y se enteraba de todos los ejercicios que mandaba el entrenador, aún llevando una sola semana con nosotros», confiesa Caracuel, el cual reconoce que «siempre era muy amable con nosotros nosotros. Quedábamos bastante con él e íbamos». «Siempre llevaba una sonrisa en la cara», recuerda.

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