Después de analizar a las protagonistas y el entrenador, hoy entro en cómo lo ha vivido nuestro waterpolo. La alegría ha sido inmensa, los deberes de esta selección se han completado en un tiempo récord. Nuestro waterpolo femenino ha quemado etapas a una velocidad de vértigo y lo mejor de todo, lo ha hecho consolidando cada paso, asegurando el futuro, tejiendo una red estructural que le sitúa en condiciones de mantenerse en la élite durante mucho tiempo, tanto que, en este momento es imposible, pese a que algún día algunas de las piezas básicas tengan que dar paso a las nuevas generaciones, pensar en que no estaremos en la lucha por las medallas durante la próxima década. Cuesta mucho entender como un equipo que, pese a las dos sorpresas andaluzas, hablo de los europeos de Sevilla, cuartas y el de Málaga, subcampeonas, dos pinceladas de la categoría de nuestras jugadoras, un equipo que, en el Mundial de Roma, 2009, con Joan Jané y Shanghái, ya con Miki Oca, se mostró lejos de los equipos poderosos, la imagen no era la deseada, pero llegó el titulo Mundial Júnior, aquel mismo verano del 2011 y eso dio un plus de confianza en Miki y su equipo. ¡Qué gran acierto!
Eindhoven, en un buen europeo, nos permitió entrar en el Preolímpico, Trieste, otra vez fue talismán, allí donde se quedó campeonas del mundo junior nos llevó a la mayor alegría hasta esta fecha. Se ganó el Preolímpico, con autoridad y ello nos abrió las puertas al grupo de élite y ya no os han podido sacar, la plata en Londres 2012 fue la primera de una larga lista que todos conocemos hasta llegar a este titulo de Campeonas Olímpicas. Todo este proceso, culminado con el título Olímpico, realizado en tiempo récord, ha hecho que el waterpolo femenino haya explotado, recordando los orígenes en los clubs, hay una proximidad en el calendario que hace que exjugadoras, técnicos, directivos que lucharon por la implantación del waterpolo femenino, hace que lo celebren de manera especial, programando encuentros entre ellas para celebrar el título. Si, equipos formados por exnadadoras, que se convertían en aventureras, apóstoles, en un deporte nuevo, hacen también suyo el triunfo. Esta conjunción de hechos hace realmente único nuestro waterpolo femenino.
Como muestra, el waterpolo masculino, hasta llegar al oro de Atlanta, 1996, había participado en diversos JJOO, los primeros en Amberes 1920, es decir tuvo que esperar 76 años para llegar a campeones olímpicos, y no hablemos de la primera medalla, la plata de Barcelona 92, 72 años, contra el llegar y besar el santo de las mujeres en Londres 2012. Toda esta compresión en el tiempo hace que sea recibido de manera distinta, con más gente sintiéndolo como propio, aunque con la misma alegría.