El legado de Enrique Barba
Junto a Yolanda (su madre) repasamos la lección de vida que nos dio un luchador que hasta el final convirtió el waterpolo en la mejor de las medicinas
Hace un meses nos dejó un ángel. Un guerrero que se agarró a la vida hasta que al final nos lo arrebataron sin antes dejarnos un legado que muy difícilmente podrá ser olvidado. Enrique Barba nos enseñó a creer en nosotros, a no tirar la toalla, a darnos cuenta de las verdaderas cosas importantes de nuestro entorno, a madurar a pasos agigantados, a ser más fuertes de lo que pensamos. En definitiva, nos enseñó a vivir. A vivir como el sólo supo. Lo hizo bajo la estela de su familia. Fran, Yolanda, Paco y Santi le acompañaron de principio a fin en su particular lucha por superar un sarcoma de Ewing, un tumor maligno que afecta a los huesos. Aquí el resultado de este partido debe ser lo de menos, puesto que estamos en la obligación de ver el trasfondo y quedarnos sólo con la enseñanza que nos transmitió: vive y disfruta de los pequeños detalles con una sonrisa en la cara.
Un premio en su nombre
Antes de la entrega de premios pudimos charlar con calma y de las pocas cosas que pude sacar en claro fue el sentimiento de pertenencia de toda la familia a un deporte, que hasta las últimas consecuencias fue la razón de ser de este joven deportista que desde que se lo permitieron se lanzó de nuevo al agua sin miedo a nada. Y es que en un inicio, Enrique tuvo que dejar a un lado el waterpolo, los entrenamientos, su equipo y sus compañeros, debido a que se le hacía imposible llevar un ritmo de vida normal, a pesar de sus numerosos intentos por cambiar lo menos posible su día a día. Sin embargo, al someterse a las primeras sesiones de quimioterapia, poco a poco el cansancio fue haciendo mella en él. Una vez dejó la quimioterapia y ésta fue sustituida por un tratamiento de inmunoterapia experimental que, según le explicaron los médicos, era menos agresivo, pudo regresar de manera paulatina a entrenar en Pez Volador, llegando incluso a jugar su primer partido en la Liga PREMAAT Masculina con el primer equipo del Real Canoe NC. Lo hizo ejerciendo de capitán ante el CN Molins de Rei al que le llegó a marcar un gol. «Ese día quedó siempre en el recuerdo de él. Estaba exultante«, recuerda su madre que me insistió una y otra vez en una idea: el waterpolo fue lo que mantuvo vivo hasta el final.

Y razón no le falta a Yolanda, puesto que el mediano de los hermanos Barba siempre tuvo una relación especial con el balón amarillo antes y sobretodo durante su enfermedad. Su pasión por el waterpolo fue la mejor de las medicinas, incluso en los peores momentos. Sin ir más lejos, Enrique cogió un avión y se marchó a Barcelona el pasado mes de julio para ver in situ el Europeo celebrado en La Picornell, y lo hizo no sólo después de pasar varios días ingresado debido a su delicado estado de salud, sino que a su vez lo hizo con el serio riesgo de empeorar. «A pocos días de marcharnos, los médicos hablaron conmigo y me dijeron que si iba a Barcelona sería bajo el riesgo de que se quedara allí. Hablé con él y decidimos que aún así debía ir, porque es lo que le apasionaba. El waterpolo fue siempre lo que le agarró a la vida. Y te aseguro que esos días allí le dieron una bocanada de aire fresco«, explica Yolanda que al igual que su familia y todos los que formamos este deporte recordaremos con mucho cariño a nuestro ‘Eterno 7’.