La pasión de Borja Furió alcanza los 300 kilómetros

Con varios años de dedicación absoluta a sus espaldas, el valenciano combina hoy día las funciones de entrenador en el CN Granollers con la de jugador en el CW Castelló de Segunda División Masculina

Si de por sí jugar en categoría nacional ya es complicado al tener que compaginar los entrenamientos con los compromisos laborales, académicos y/o personales, imagínate hacer todo eso con algo más de 300 kilómetros de por medio. Eso justo es lo que viene haciendo en lo que va de temporada Borja Furió, no sólo jugador del CW Castelló en Segunda División, sino entrenador de categorías en el CN Granollers. «Lo que me anima cada día es la ilusión por seguir viviendo el waterpolo desde dentro«, reconoce un entrenador que con poco más de 18 años se puso al frente de un equipo. Lo hizo en su lugar de nacimiento, Valencia. Allí formó parte del cuerpo técnico del CW Turia. Al poco tiempo dio el salto a Barcelona. Justo nada más llegar trabajó dos años en el CN Poble Nou para a posteriori regresar a su comunidad y aportar su granito de arena en el CW Elx, club que dejó una huella imborrable, «al que guardo un muy especial cariño«. Tras su periplo de dos temporadas en tierras ilicitanas regresó «al primer mundo waterpolísticamente hablando» para asumir un rol determinante en Granollers, no sólo como técnico, sino también como jugador, ya que militó en el equipo de Primera División hasta el curso pasado.

Ahora mantiene viva la ilusión por jugar cada fin de semana por medio del Castelló. ¿Cómo llegó hasta ahí? Pues según nos comenta debido a un cúmulo de casualidades que tienes características algo peculiares. «Es un mundo pequeño donde todos nos conocemos. Sentía que mi etapa como jugador en el Granollers tenía que pasar a un segundo plano. Decidí dejar el primer equipo para poder ayudar a los jóvenes en el equipo B y tomarme mi carrera deportiva con menos exigencias que lo había hecho toda mi vida. Pablo Quattrocchio, al cual le debo mucho, por su franqueza, su ayuda leal y sus consejos…entendió mi demanda y me dejó tomar la decisión que entre los dos consensuamos. Pero en septiembre de esta misma temporada y con la decisión clara de dejar el primer equipo del Granollers, apareció esta oportunidad. Fue durante la disputa del WP Kids Tour de Lloret de Mar con los alevines, surgió de mano de Carlos Ndongo la ‘locura’ de iniciar una etapa deportiva más amateur en Castelló. Lo sopesé, lo valoré y después de pedir permiso a mi club, en el cual ejerzo mi profesión,decidí aceptar la oferta por dos motivos. Primero por ayudar a un club que está creciendo a pasos agigantados y con el que tengo una buena amistad. Y segundo la que acabó de decantar la balanza, la posibilidad de comer cada dos findes con mi familia, la cual sigue estando en Valencia. Esto cuando hace 9 años que vives fuera de casa es algo que cada vez se valora más«, explica desde la franqueza Furió.

Sin embargo, el hecho de jugar y entrenar a la vez puede ser algo tedioso, al menos en un principio, pero si lo compaginas con ilusión y ambos clubes lo comprenden es todo mucho más fácil. «La labor de entrenador no es de lunes a viernes de 8 a 3 y a casa. La labor de entrenador es casi total de lunes a domingo de unas diez y doce horas diarias. Pero por suerte, este año los domingos me quedan libre y el Castellón juega casualmente los domingos como local y con unos cuantos malabarismos y con mucha pasión e ilusión puedo compaginarlo todo sin problema», reconoce el técnico y jugador, que en lo que respecta al ámbito deportivo espera aportar al combinado castellonense «experiencia». «Hace diez años que estoy jugando en categorías nacionales. A veces mejor, a veces peor pero solo con el hecho de haber experimentado y haber crecido con el ensayo y error, ahora puedo vivir con una mochila cargada de jugadas, momentos, segundos… que creo que es lo que a los compis de Castellón les puede faltar. Aunque ya he comentado, de manera privada, no se quien está aprendiendo más, yo o ellos. Son unos currantes, unos auténticos cracks, sin duda«, puntualiza alguien que aunque duda en un inicio a la hora de definirse como entrenador, lo cierto es que asegura que adora su profesión. «Trabajo cada día como si fuera el último día de curro, y el día que deje de ser entrenador quisiera sentir que por mi parte no he podido hacer más. Para ello sólo hay una receta, esfuerzo diario, sacrificio, ilusión y mucha humildad», concluye.

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