¿Qué vale más?

Los proyectos deportivos de muchos equipos pequeños entran en crisis al acceder a una División de Honor muy lejos de los presupuestos de estos clubes; en torno a este caso debemos hacernos una pregunta: qué vale más, ¿estar quince años en ligas nacionales o una temporada en División de Honor?

El objetivo es ser primeros; de jugar en División de Honor ya se hablará”. Con estas palabras nos explicaba el jugador del Rubí Javier Carrasco los objetivos del club catalán en la presente campaña. La frase, que define una meta clara y sencilla, esconde tras de sí una afirmación que se ha repetido en las piscinas de una manera tímida pero creciente durante los últimos tiempos, poniendo en relieve uno de los problemas a los que se enfrenta el waterpolo actual y que afecta sobre todo a clubes que carecen del presupuesto de los grandes equipos de la Ligas masculinas. Ya pasó el año pasado con la AR Concepción Ciudad Lineal. Cuando los madrileños ascendieron a División de Honor, se especuló con una posible renuncia a la máxima categoría. Los rumores fueron acallados por el club y finalmente se siguió adelante con el merecido ascenso, pero la aventura en la liga no está siendo precisamente un camino de rosas para el equipo dirigido por Carlos Bellón.

| El precio a pagar

Siguiendo con el ejemplo de la Concha, el club de la capital está sufriendo unas consecuencias ya esperadas (0 puntos, partidos sin goles, equipo más goleado y descenso asegurado), pero el problema real es el futuro del equipo. Un conjunto que va a cumplir medio siglo de duración y que logró el ascenso cuando aún estaban recomponiendo al equipo de la primera vez que habían subido a la élite (y bajado después) cinco años atrás. De hecho, tras la primera experiencia en División de Honor, el club sobrevivió como pudo en Primera y estuvo a punto de descender a Segunda. Tras esta segunda aventura habrá que ver cómo vuelve a configurarse un club con una plantilla sumamente joven que en su mayoría está viviendo de su primera experiencia no sólo en División de Honor, sino incluso en categoría nacional.

El de la Concha es solo un ejemplo más de un problema que se ha venido repitiendo de manera paulatina con el paso de los años. De hecho y sin ir más lejos, el año pasado el CN Rubí ya renunció a la promoción de ascenso, lo que le dio automáticamente al Echeyde la permanencia. La decisión fue comentada, pero tuvo su lógica: un gasto económico muy grande (viaje y alojamiento pueden alcanzar perfectamente los 4.000 euros) para un club humilde en una eliminatoria casi imposible (sólo una vez en la historia (en la 1993/1994) un equipo de Primera ha ganado la promoción a uno de División de Honor) y para un equipo que además no quiere subir. O eso parece. Este año la entidad se encuentra en el mismo sitio que la Concha la temporada pasada. Quieren ganar la liga pero dejan una puerta abierta a la renuncia, y lo hacen de manera pública.

No es de extrañar. En los últimos tiempos, ha habido muy pocos equipos que hayan logrado llegar a División de Honor desde la categoría de plata y mantenerse más de una temporada. Ha pasado con los ya mencionados Rubí y Concepción, pero también con el Molins, que se encuentra de nuevo en Primera. Lo mismo ha ocurrido con el Sant Feliú. El único club que parecía tener un proyecto ganador y con intenciones reales de jugar en la categoría de oro era el Echeyde y está pasando por dificultades públicas y evidentes en los últimos tiempos (cambios de entrenador, despido de jugadores…). El CN Premiá de Xavi Juliá podría ser otro de los equipos (a priori) que tiene claro el objetivo del ascenso y podría conseguirlo este mismo año, si tenemos en cuenta su meteórico crecimiento en las últimas jornadas, y situándose en la parte alta de Primera. Para estos equipos no solo hay que tener en cuenta el riesgo del futuro del club, o las posibilidades (mayores o menores) de permanencia, sino también el desgaste físico y sobre todo psicológico que supone para estos equipos sumar derrota tras derrota contra los mejores conjuntos del país y los pocos partidos competitivos que se tienen en la máxima categoría.

Un proyecto que peligra en la élite |

Quedarse en los últimos años sería un error claro y notorio, ya que el Rubí, la Concha, el Molins o el Sant Feliú son equipos que siguen vivos y con proyectos deportivos que son lejanos (en teoría) a la Liga PREMAAT, pero (más o menos) visibles, más allá de su consistencia y sus peligros (totalmente hipotéticos) de desaparición. Pero si echamos la vista atrás, vemos clubes que se han hundido tras alcanzar la élite. Es el caso del Montjuic, que hace unos años tuvo que recomponerse después de tener que bajar directamente de División de Honor a Tercera debido a serios problemas económicos. Por suerte, parece haberse recuperado poco a poco y ahora se encuentra en la parte delta de Primera División.

Lo mismo pasó con el Waterpolo Turia. Los valencianos llegaron a la élite con Rubén Darío, se mantuvieron a pesar de quedar últimos (por la renuncia precisamente del Montjuic) y sobrevivieron en Primera un par de años tirando de un Ramón Díaz ya en el ocaso de su carrera. El año pasado hicieron carambola jugando la fase y este año siguen en Segunda, pero a un precio muy grande para un proyecto deportivo hace años muy sólido y que ahora busca de nuevo construir las bases de un proyecto que le permita crecer desde abajo. Aunque otro ejemplo es el CN Helios. Los maños subían a la máxima categoría renuncias mediante (sin ganar en Primera) y bajaban también hasta Segunda tras no poder mantener el bloque y un nivel económico difícil de conseguir. Todos estos clubes acaban perdiendo una subvención en Segunda ( que sí que hay en la categoría de plata) que muchas veces necesitan para mantener su nivel estructural. Sin embargo, el CN Poble Nou es un caso aparte, pero entra también en esta categoría. Tras conformar un equipo ganador y clasificarse para la Copa del Rey el mismo año de su ascenso de categorías, los problemas económicos hicieron mella de nuevo y el equipo en categoría nacional acabó desapareciendo tras acumular una deuda considerable.

| El mérito y el “qué vale más”

Cuando la junta directiva de la Concha se comunicó con los jugadores del primer equipo para tomar una decisión conjunta sobre el ascenso, hubo dos veteranos jugadores que pusieron en relieve una ‘meritocracia’ diferente de la que habló todo el mundo. ¿Qué quiere decir esto? La gente felicitaba a la Concha y resaltaba el mérito de que un equipo formado por más del 50% de jugadores de la cantera y en el que todos pagaban por jugar consiguiera tal gesta. Sin embargo, los ya mencionados jugadores ponían lo conseguido en una perspectiva diferente. ¿Dónde está realmente el mérito para un club como la Concha, en estar más de quince años en ligas nacionales o en jugar un año a División de Honor? Esta es la gran pregunta a responder. Para un club humilde, el mérito reside en ambos casos, pero la solución nunca es sencilla. La perspectiva de los jugadores era distinta tras haber jugado en División de Honor tres años antes, y ahora el riesgo era mayor. Lo mismo pasa con el Rubí, que ya ha experimentado lo que es jugar en la categoría y ahora va con pies de plomo a la hora de asegurar el ascenso.

No siempre tiene por qué ser así. El ejemplo más claro es el del Catalunya. El club del barrio de Gracia ha sido de los pocos equipos en los que a pesar de pasar por serios y complicados problemas estructurales, deportivos, y también económicos, siguen manteniendo el equipo en División de Honor cada año, eso sí, debiendo dar lo mejor de sí para acabar la Liga fuera de los puestos de descenso. Sin embargo, en este caso hay un condicionante inevitable a tener en cuenta en esta derivada, ya que la situación geográfica del ‘Cata’ le permite contar con un mercado de jugadores muchísimo más amplio, logrando captar deportistas de otras categorías que por bagaje deportivo cuentan con una mayor experiencia con la que afrontar un año en División de Honor, sin desmerecer aquellos casos de jóvenes jugadores (algunos de categoría juvenil) que mientras juegan el Campeonato de categorías en su club, los fines de semana se ponen a las órdenes del Catalunya a nivel nacional. Todo puede llegar a ser más fácil que en otras regiones mencionadas anteriormente. Además, no se puede decir que el Molins, el Rubí o el Sant Feliú, que han subido y bajado en los últimos años, sean proyectos fallidos, pues siguen en pie y son claramente competitivos y con perspectivas evidentes de volver a repetir el ascenso. También es pronto para especular sobre qué pasará con la Concha. Lo que está claro es que las facilidades no son muchas y que el peligro que sufre el proyecto es meridiano. Lo hemos visto en los ya mencionados Helios, Turia… También está claro que no hay ningún equipo que vaya a jugar “a perder”. El objetivo es ganar siempre, pero renunciar una vez has conseguido el ascenso es una decisión que podría poner a cualquier club en el ojo del huracán y que es muy difícil de tomar para una junta directiva de cara a los estamentos federativos, ya sean regionales o nacionales.

Para terminar, un ejemplo notorio. El caso del CW Sevilla. El club andaluz jugó hace años en División de Honor, y luego en Primera formó una cantera con la que han hecho un proyecto sublime en la última década tanto en categorías como en absoluto. Además, han estado rozando el mencionado ascenso durante largos años (llegaron incluso a promocionar). Sin embargo, el equipo, un clásico en ligas nacionales, ha tenido problemas de piscina en los últimos tiempos. Dar prioridad a un ascenso cuando tu club pasa por dificultades podría ser cuestionable. Pero el equipo se mantiene en Primera y compitiendo un año tras otro a pesar de las dificultades y promocionando casi exclusivamente el waterpolo andaluz y su cantera. ¿Vale más eso o jugar un año en División de Honor y poner en riesgo el proyecto? Esa es la gran pregunta.

twitter-bird@clemenklan

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