La ‘saga’ Pérez continúa viva

La familia Pérez está tocada por la barita del waterpolo, ya que hasta tres generaciones han probado la adrenalina que supone jugar a esto del balón amarillo: conocemos a los más jóvenes, Ernesto y Lucía

Para muchos, la figura de Iván Pérez va ligada de manera directa con la historia del waterpolo en nuestro país. Definido por otros muchos como el mejor boya de (al menos) las dos últimas décadas, fue testigo directo, sin ir más lejos, del último oro logrado por la selección española. El logrado en el Mundial de Fukuoka en 2001. Ahora, Iván mantiene a título personal una relación distante con el waterpolo dese que decidió retirarse, y no precisamente porque el quiera, ya que reconoce que tras tantos años de dicción al waterpolo «no se me ha valorado nada y mucha gente que no ha hecho nada, si que están ahí». Sin dar nombres, eso sí, Pérez dice recordar que no hace mucho habló con el presidente de un club importante del país, y le aseguró que no tenía nada que se adaptara a sus características. Sin embargo, el hispano – cubano, que ahora traba en el Club Egara de Matadepera si que mantiene otro tipo de relación con el mundo del balón amarillo. Lo hace por medio de sus dos hijos, Ernesto y Lucía. Ambos son jugadores en activo de waterpolo, habiendo cogido el testigo familiar, pero eso sí, sin imposiciones, puesto que según explica en ningún momento invitó a sus hijos a jugar a waterpolo, ya que «fueron ellos quienes decidieron practicarlo». «Ernesto jugaba a fútbol y Lucía no quería hacer deporte y al final ellos sólo entraron por si mismos», puntualiza, alguien que sólo puede mostrar satisfacción y orgullo al ver «el crecimiento protagonizado por sus hijos«.

Ernesto, el mayor de los dos hermanos, jugó a waterpolo, lo dejó un tiempo apartado y regresó en 2011 a jugar, un año antes de que su padre decidiera colgar el gorro tras los Juegos de Londres 2012. «Justamente lo que más recuerdo de su etapa como jugador es el día que anunció que se iba a retirar. También el dia de su ultimo partido. A día de hoy una de las cosas que mas me gustaría haber hecho en el pasado es verlo jugar desde otro punto de vista, quizás el que tengo ahora y no el de un niño de ocho años al que no le interesa el waterpolo para nada, y que solo lo veia como el trabajo de su padre«, explica Ernesto, quien reconoce que «ahora mismo disfrutaría muchisimo verlo jugar, pero me conformo con hablar con el de los partidos que vemos juntos y saber lo que piensa de lo que pasa». En este sentido, el deportista catalán dice sentirse orgulloso de mantener el vínculo familiar para con el waterpolo, ya que le ha permitido seguir los pasos de su progenitor. «No se hasta que punto se pueden seguir sus pasos ya que lo que hizo al final es muy difícil de hacer. Yo simplemente he intentado disfrutar jugando, y es algo que hago día a día, así que estoy muy contento por eso«, puntualiza alguien que «al menos » intenta poner en práctica los consejos que le da su padre. «Unos años atrás cuando me daba un consejo yo me reía pero no porque me diera igual lo que me dijera sino porque pese a que es mi padre, la persona que me estaba dando un consejo sobre waterpolo, era la persona que conozco que más sabe del tema, y se me hacía raro, no era un simple profesor o entenador, en ese momento era como cualquier otro fan de cualquier deporte al que su ídolo le estaba dando un consejo. Actualmente después de casi cada partido le pido un par de consejos para poder mejorar», argumenta el jugador del CN Rubí, con quien comparte vestuario con «muchos amigos» y pretende seguir «disfrutando».

Por su parte, Lucía empezó bastante tarde a jugar después de tener una primera experiencia con el atletismo. «Mis inicios fueron un poco duros ya que las cosas básicas que te enseñan cuándo eres pequeño yo las tuve que aprender con 13 años», reconoce la deportista, quien siguió al pie de la letra los consejos del médico, ya que al tener un problema en la planta de los pies no le recomendaron hacer ningún deporte de contacto con los pies, por lo que decidió probar el waterpolo. Y desde entonces, hasta ahora. Y es que gracias a eso ha podido seguir los pasos de su padre, algo que califica como «increíble». «Es algo que nos a unido mucho», puntualiza Lucía, quien a pesar de no tener muchos recuerdos sobre la etapa como jugador en activo de Iván, si que recuerda cuando salió en el desfile previo al inicio de las Olimpiadas con una peluca rosa.

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