Perrone no es Perrone, es simplemente ‘nuestro’ querido Felipe

Después de que en el año 2014 se marchara a Brasil para cumplir con lo que consideraba "justo y lógico", Felipe regresó a España; la selección nacional disfruta de nuevo de uno de los jugadores más virtuosos del planeta

Perrone, en un partido este añ / ARSENIO WATERPOLO

Llegó el día D y la hora H. Felipe Perrone volvió a jugar un partido con el gorro de la selección española. Lo hizo ante Estados Unidos en el primer partido del Grupo A correspondiente a la Superfinal de World League Masculina que perdió la selección de David Martin por 6-8. El escenario fue el Duna Arena (Budapest), lugar en el que que justo un año antes disputó su último partido con el VK Jug (la final que perdió ante el Szolnoki) antes de volver al CN Atletic Barceloneta, y por ende a un país en el que tal y como ha venido reconociendo en reiteradas ocasiones se siente “querido y respetado”. Que un jugador de la talla de Perrone (para muchos el mejor del Mundo) diga eso del waterpolo español es para darse un canto en los dientes y sentirse cuanto menos agracedido. Y es que para mi Felipe es una persona que se viste por los pies.

Llego un día en el que sus orígenes brasileños tocaron su puerta con la intención de hacerle partícipe de lo que podría ser un hecho histórico para un waterpolo brasileño en caída libre por aquel entonces. La posibilidad de que Brasil jugará unas Olimpiadas podria suponer un antes y un después para el polo acuático local, ansioso por crecer y lastrado ante la falta de inversión política y social. Con Ratko Rudic a los mandos, un grupo de jugadores (algunos de ellos de solera, como es el caso de Slobodan Soro, Adrià Delgado o el propio Perrone) pusieron de nuevo a Brasil en el mapa. Lograron encender la llama de la ilusión y el interés por un deporte que a pesar de las vergüenzas que escondían debajo de las alfombras sus dirigentes (algunos encausados por corrupción) supo aprovechar la cita para recomponerse y ganar peso, principalmente a nivel nacional. Los Juegos fueron un hervidero de licencias, las cuales según fuentes locales se doblegaron tras la cita olímpica. Y quieras o no, parte de responsabilidad reside en la figura de Perrone, quien dejó de una u otra manera un legado que si se cuida perdurará en el tiempo.

Un antes y después

Una vez puso punto y final a su trayectoria con Brasil (desde un inicio se sabía que esta relación tendría fecha de caducidad a medio plazo) y después de haber disfrutado de una aventura tan atractiva como exitosa durante dos años en el VK Jug croata (ganó entre otros títulos una Copa de Europa en 2016 y se convirtió en ídolo de medio Dubrovnik) volvió a su casa. A la que ha sido desde los 15 años su zona de confort. Regresó a sus origenes como profesional del waterpolo. Al lugar que le vio crecer, madurar y acceder al Olimpo de dioses al que por méritos propios se resiste a abandonar (le queda cuerda para rato). Al lugar en el que deja de ser Perrone para ser, simplemente, Felipe. Un Felipe que sabia que con su regreso a la entidad marinera su vuelta al equipo nacional podría venir de manera consecuente. A la selección en la que jugó entre los años 2004 y 2014, o lo que es lo mismo desde que tenia 18 años hasta que cumplió los 28.

La voluntad de las partes eran claras y coincidían a la perfección: él quería volver y David lo quería junto a él. Su amistad y sus innumerables años compartiendo éxitos, algún que otro fracaso pero sobretodo instantes imborrables en el CNAB abría las puertas a que se diera una situación favorable para ambos. Era un secreto a voces. Nadie (ni dentro y ni fuera de la selección) ocultaba la posibilidad de que Felipe volviera a España. Y lo más importante, nadie era capaz de poner un pero a esa vuelta ¿Como es posible que en todo este tiempo en el que se ha venido dando por hecho el regreso de Felipe, ninguna voz discordante haya roto este clima de estabilidad y de deseo? Pues yo diría con total confianza que se debe a la forma de ser de Felipe. Y no me refiero al aspecto estrictamente deportivo, que también, sino al Felipe como persona. El que le conoce o el que ha tratado con el de manera constante (me sumo a este segundo grupo) sabe que es imposible que despierte acritud. Más bien todo lo contrario. Siempre ha sido sincero. Y en muchas ocasiones la sinceridad al igual de ser poco habitual, ofrece gratitud a quien la recibe. Es por eso que cuando Felipe dijo en su momento que sentía la obligación (alegó el lógico patriotismo ya que jugó hasta los 18 años con Brasil) de cambiar de selección, la tristeza por una pérdida vino suplida por la esperanza por su regreso.

Es por ello que debemos de alegrarnos, no solo por lo que puede aportar en el agua (sin ir más lejos es uno de los deportistas con mejor visión de juego; hace jugar a sus compañeros), sino más bien por la inyección de moral que puede traer consigo en una etapa en la que la selección busca recuperar su histórico status entre los grandes colosos. La simbiosis entre jugadores relativamente nuevos (con fuerza, vigor y físico, entre otras, peculiaridades) con deportistas del perfil de Felipe pueden llevar a que este verano veamos a nuestra selección subir a un podio nueve años después. Veremos.

twitter-bird@etoster

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