Aprovechando la confianza que me otorgan esta vez me extenderé en mis comentarios sobre un oro olímpico tan esperado como merecido. Estas chicas, permitirme recordarlas como si fuera una presentación de un partido; con el 1 Laura Ester, 2 Isabel Piralkova, 3 Anni Espar, 4 Bea Ortiz, 5 Nona Pérez, 6 Paula Crespi, 7 Elena Ruiz, 8 Pili Peña, capitana, 9 Judit Forca, 10 Paula Camus, 11 Maica Garcia, 12 Paula Leitón, 13 Martina Terré, han hecho realidad un sueño, un sueño por el que se ha trabajado mucho, pero sobre todo se ha creído en él. Han sido las mejores, lo son desde hace tiempo, pero Estados Unidos nos lo negaba, parecía que eran invencibles. En Barcelona 2013 se las derrotó, pero parecía que hubiera sido un accidente, que era por que se jugaba en casa, pero era mucho más, allí se demostró que era posible. Ha tardado, pero ahora el trono ha cambiado de dueño, dueñas para ser más precisas.
Pero sin más preámbulos, ciñéndonos a los JJOO de París 2024, hubo un momento clave, cuando se superó en el partido de grupos a USA, no por el resultado, ni por la superioridad demostrada a lo largo del encuentro, lo fue por la maestría con que Miki Oca llevó el partido. Adam Krikorian, el seleccionador americano, por primera vez, entendió que no eran las mejores. Miki, movió espléndidamente sus piezas, con un minutaje importante para todas las jugadoras, las hizo sentir básicas y participativas en un partido trascendental. La segunda cuestión fue demostrar que Ashleigh Johnson era humana, la portera de las estadounidenses no era imbatible. La fe en ellas mismas era ya un plus que difícilmente nadie podría frenar. Solo un tercer tiempo ante los Países Bajos nos hizo dudar, por suerte quedó en un susto. Un susto y una parada a dos manos en el penalti decisivo de Marina Terré. Martina ha sido clave, sin duda la mejor portera de la competición, con una solidez que, en la final, cuando, al inicio del partido, las australianas prodigaban las ocasiones y lanzamientos, cerró su portería y, pese a la insistencia de las “ausies”, demostrar una madurez que solo los elegidos poseen.
La otra figura de la final lo ha sido Bea Ortiz, cuando los brazos se encogían, ella, una jugadora especial, cogía la responsabilidad para dejar sin opciones a sus rivales. Por brazos que hubiera, por envergadura que tuviera la portera rival, siempre encontraba solución. Y eso ha sido partido tras partido. Bea siempre tiene balas en su cinto. Maica, que decir de Maica, la boya vallesana merece un punto y aparte, un monumento. Recuerdo cuando empezaba, cuando sus técnicos reclamaban su inclusión en la selección, como si fuera ahora, Mati, por Mati Ortiz y Maica decían. Cuanta razón tenían. En Roma 2009, con Joan Jané, pese que la selección se quedó a medio camino, después de quedar primera de grupo por delante de los Países Bajos, Estados Unidos, campeona al final de la competición, nos dejó fuera en cuartos de final, pero, Maica ya estuvo a la altura de las mejores en su posición. A partir de aquí cada vez mejor. Más completa, más decisiva, más líder. Ahora, envuelta de compañeras de gran nivel, asumía su rol, siempre perfecta, siempre cumpliendo y, cuando era necesario, como lo ha sido en estos juegos olímpicos, ha asumido su papel de líder, de número uno mundial. Impagable. Siempre me quedaré corto con los méritos de Maica.
Una vez comentado el papel de las tres jugadoras más destacadas en la final, querría recalcar la que ha sido pieza clave del equipo durante todos los juegos. La jugadora que nadie podía marcar, capaz de marcar a las boyas contrarias, dando un salto impresionando a su juego, que, unido a su potencia, pues es sin duda la jugadora más potente del waterpolo femenino mundial. Hablo de Paula Leitón. Con similar papel al de Paula, otra jugadora del mismo nombre, Paula Camus, la madrileña, comparte este papel con su compañera, un rol ingrato, un constante ir de dos metros a dos metros y, cuando llegas, una lucha contra la habilidad y fuerza de las contrarias. Un desgaste que solo quien lo ha probado puede llegar a valorar. No puedo seguir el análisis sin valorar a Anni Espar. Ella, en el CAR, fue la que me aseguró que esta vez sería la vencida. Que USA estaba fuerte, pero que, pese a que en los entrenos conjuntos habían sido superiores, se veían capaces de superarlas. Tenia toda la razón. Anni, quizás nuestra mejor jugadora en Londres 2012, ha sido capaz de adaptar su juego a las necesidades del equipo. Allí jugaba en la posición dos, ahora está mucho más en cuatro e incluso cinco, pero, lo que aporta siempre es su saber estar, marcar el ritmo del equipo, elegir lo que se ha de hacer. Incluso elegir cuando debe terminar ella, aportando los goles aquellos que se deben hacer. Lo hace con tanta facilidad, sin inmutarse, o eso parece, por ello el apodo de icewoman, pero os puedo asegurar que su corazón también se emociona.
Diecinueve años y un ángel en el agua. Una criatura con el don de jugar divinamente al waterpolo y con el mejor lanzamiento del circuito. Esta es Elena Ruiz. El arco, con ella, Bea y Judith, impide a las defensas contrarias cerrarse para protegerse de nuestras boyas. En silencio, con cara de niña, convierte en gol cada oportunidad. Cada lanzamiento es un cañonazo sin avisar, dotada de una técnica perfecta para superar a las porteras contrarias. Siempre en su lugar, sin pedir protagonismo, pero asumiéndolo sin temor. Y con un futuro en el waterpolo en el que nada le está negado. Judith Forca, ganadora como nadie. Ya de infantil era mejor que los chicos, los superaba. Zurda, condición que acrecienta su capacidad de superar a las defensas y guardametas contrarias la hace imprescindible. Disponer de ella en óptimas condiciones, ha sido básico para redondear las opciones de nuestra selección. Nona Pérez, la diestra que juega en el lugar de las zurdas. Para realizar esta función se necesita buena técnica e inteligencia, Nona las tiene ambas. No es fácil encajar en un grupo con grandes lanzadoras, de renombre, todas con gol y tener que realizar un papel de servidora, pero Nona ha sabido entender lo importante que es su labor. Paula Crespí, de destino campeona. Su desparpajo, seguridad, le hace completar su gran calidad como jugadora. Como si no fuera capaz de romper un plato, cuando la dejan, lanza y sorprende, cuando marca a la boya, pues, si hay que ahogarla la ahogo, todo con una naturalidad espantosa. Espantosa claro para sus rivales.
Isabel Piralkova. La niña del equipo con Elena Ruiz. Desconocida por la mayoría de los equipos no llega a la lista definitiva por azar. Es una lanzadora precisa, rápida y efectiva como lo ha demostrado en nuestra liga. Su juventud y aprovechar los minutos en los partidos y entrenamientos de preparación, asi como su esplendoroso futuro la han llevado a empezar una etapa larga en el waterpolo de élite con el mayor de los triunfos, el oro olímpico. Me quedan dos jugadoras, dos mujeres ante las cuales me debo sacar el sombrero, hablo de Pili Peña y Laura Ester. La portera, Laura, ha pasado por varios momentos duros. Ha sabido esperar el momento, siendo suplente de Patri del Soto, de estar en el cenit al duro papel de la suplencia, siempre con disciplina y pensando en el equipo. Ha sido elegida como la mejor del continente en su sitio, criticada y alabada, siempre ha sabido estar en su sitio. Sin ella nada de esto hubiera sido posible y lo digo consciente de que ha estado en el banquillo, que ha participado lo justo. Sus lágrimas, poca antes de terminar la final, combinan alegría y sufrimiento. Seguro que en algun momento pensó en que no llegaría, pero, hay ocasiones en que la suerte no es esquiva y la justicia en forma de medalla colgará ha tenido el más difícil de los papeles. Merece una felicitación especial.
Y para el final, la capitana, Pili Peña, excepcional compañera, eterna, aceptando las decisiones del entrenador, tanto cuando jugaba más, como su presencia en el agua era testimonial. Líder en un Ondarreta Alcorcón que llegó a la cima en nuestras competiciones domésticas, dio el paso a jugar en Cataluña para seguir mejorando, para llegar más lo lejos posible. Siempre con una sonrisa en los labios, siempre haciendo amigos/as, hasta con las rivales, puede haber sido cuestionada pero nunca por sus compañeras ni por el seleccionador, tanto ellas como él, los más próximos, los que saben de la importancia de sus aportaciones, dentro y fuera del agua, siempre la han querido a su lado. Con 38 años, como Felipe Perrone, ha sabido esperar el momento más dulce, aquel para el cual estaba predestinada y ha llegado.