Éxito, casi éxito, arbitraje, grandes y tristes despedidas

Un profundo análisis sobre lo más notorio y principal de los pasados Juegos Olímpicos de Tokio desde una perspectiva diferente con el objetivo de hacer una certera radiografía

Éxito: Las de siempre. Cuando en tu programa olímpico tienes como máxima y destacada rival a un dream team como las americanas, una selección tres pasos por encima del resto, tu verdadero objetivo debe ser siempre hacer todo lo que esté posible en tu mano para evitar cruzarte contra ellas hasta la mísmisima final (siempre hablando de las eliminatorias por el primer puesto). Luego ya en esa finalísima lo único que tienes que hacer aparte de evidentemente darlo todo, es salir a disfrutar de algo histórico como es jugar una final olímpica, que es lo máximo que puede aspirar cualquier deportista de cualquier disciplina, fútbol al margen donde para ellos los Juegos importan más bien poco o nada.

Las americanas en waterpolo y baloncesto con tres y siete oros olímpicos consecutivos respectivamente, los chicos también en esta segunda especialidad con siete primeros puestos en las últimas ocho olimpiadas, o incluso los franceses en balonmano con tres oros y una plata desde Pekín 2008, forman cada uno un equipo de ensueño y no perdonan casi nunca cuando llega el momento clave olímpico.

Esos equipos de leyendas pueden ser máquinas inexpugnables como las americanas en baloncesto, donde no se permiten ni un pequeño tropiezo en ninguna fase de grupos, o como los otros tres ejemplos, que se permiten rara vez (no hablamos de mundiales sino de Juegos Olímpicos donde el aura y la grandeza es aún mayor si cabe) algún tropiezo inicial que en vez de hacerles dudar de su supremacía, lo único que les da es una mayor fuerza y convicción de superioridad, ya que a su calidad se le suma un orgullo tocado para demostrar a todos quién es el rey.

No siempre han existido estos equipos de ensueño, de ahí la alternancia de poder en las distintas olimpiadas, pero cuando eso ocurre en tu generación, el mayor logro que se puede conseguir a veces y no por ello se debería catalogar como falta de ambición, es lograr la medalla de plata. Y es aquí con ese logro donde ha vuelto a entrar nuestra maravillosa selección femenina. Las de Miki Oca han vuelto a demostrar una vez más que son un equipo increíble. Un equipo con apenas fallo desde hace ya una década y que sólo la aparición de la armada invencible de Krikorian, ha evitado de momento que se conviertan en el mejor equipo femenino de la historia.

Para acabar con el femenino me quedo con dos cosas. La primera es un hecho: la espectacular aparición al alto nivel de la jovencísima Elena Ruíz, que eleva aún más el espectacular arsenal ofensivo español (cuando se juntan en el agua Espar, Ruíz, Tarrago, Ortíz, Forca y en la boya García, no hay selección alguna, ni la americana, que tenga más gol y más peligro). La segunda cosa es la ya famosa flor de Oca. A falta de un partido para finalizar la fase de grupos, las americanas eran prácticamente segundas de su grupo tras caer ante las húngaras. Una segunda plaza que haría que en semifinales españolas y americanas se tuvieran que jugar el pase a la final, que seguramente hubiese llevado a las de Oca a luchar por el bronce. Sin embargo, China, octava clasificada a la postre en la olimpiada, ganó a las húngaras y dando la primera plaza de grupo a las españolas. Una anécdota sin duda pero no por ello menos interesante.

Casi éxito: Después de una fase inicial sencillamente espectacular, pasando por encima de todos sus rivales en el grupo de la muerte, incluso de la gran dominadora de los últimos años como ha sido Serbia, los chicos de David Martín se plantaban en la fase final con la mayor de las ambiciones. Repetir el oro del 96 en Atlanta ya no era una quimera. Después de tres platas en los últimos tres grandes campeonatos, el equipo liderado por Perrone y Pinedo en el agua, estaba preparado física y mentalmente para llevarse la más alta distinción olímpica. Y con ellos, con el staff y jugadores, toda una afición detrás suspirando (sobre todo los más o menos mayores) por volver a revivir la época dorada del waterpolo español, de aquellos magníficos Estiarte, Rollán, Chava y compañía.

Quiero puntualizar que hacía tiempo que no se veía un torneo masculino tan abierto y con tantas selecciones con opciones al oro olímpico como aquí en Tokio. Recordemos que Serbia era la actual campeona olímpica, Italia la mundialista y Hungría la europea. A estas tres selecciones y la española, había que sumar Montenegro, Croacia y Grecia, ésta última a priori parecía un escalón por debajo de las otras seis.

Despachada con solvencia USA en cuartos a pesar de los primeros empates del partido, en semifinales y después de una exhibición en cuartos ante Italia, nos iba a esperar la otrora imbatible Serbia, últimamente venida un poco a menos desde Río y que se encontraba sin ninguna duda en su Last Dance como luego más abajo detallaré.

Es difícil analizar realmente que pasó en este partido, especialmente después del 7-4 a favor de los nuestros y con apenas 30 segundos para acabar el tercer acto. De hecho, como el lector habrá podido comprobar al inicio del escrito, éste no es un artículo al uso analizando a nuestras dos selecciones al detalle, descifrando los aciertos y errores de ambos conjuntos, ya que para ello ya se han escrito crónicas y re-crónicas. Únicamente mi intención es manifestar la tremenda oportunidad perdida, cuando ya se tenía todo a favor, para volver a disputar una final olímpica 25 años después del oro de Atlanta. Y como en aquella ocasión y viendo como Grecia, a pesar de realizar un torneo igual de sensacional que el de nuestros jugadores, iba a ser el rival, a riesgo de haberme podido equivocar, España hubiese conseguido su segundo oro olímpico.

Luego la no consecución del bronce ante la siempre temible y respetada selección magiar, es una triste consecuencia de la derrota en semifinales y de la gran ocasión errada, sin desmerecer que en este último partido los de Tamas Marcz han sido justos ganadores del encuentro.

Por mi parte vuelvo a reiterar lo mismo que he manifestado por escrito varias veces. El trabajo de David Martín y este equipo es digno de alabar. Nadie cuando Martín cogió las riendas de la selección y viendo los antecedentes de los últimos años, apostaba por este equipo. El gran objetivo de este equipo debe ser París 2024. Sin desmerecer ningún otro gran campeonato, los Juegos Olímpicos son el objetivo de los grandes deportistas de élite. Viven, entrenan y sueñan para ello.

Arbitraje: Siempre se ha dicho por diferentes vías que el waterpolo es como en el balonmano pero en el agua. Que son como dos deportes gemelos. Nada más lejos de la realidad. No se parecen en nada más allá que en los dos juegan siete jugadores en pista o agua, y que en ambos hay porterías, un balón y gana el que marca un gol más que el contrario en el partido. Y se acabaron las similitudes.

Si ya en el balonmano muchas veces no se entienden las faltas o exclusiones que se pitan, ya no digo el pasivo (cuando el colegiado levanta el brazo en señal de que hay que finalizar la jugada cuanto antes, porque entienden que se está perdiendo normalmente el tiempo) tan interpretativo como injusto a veces, en el waterpolo es que no se entiende casi nada. Ya no hablo de la gente ajena a nuestro mundo o de los familiares y amigos que tantas veces nos han visto jugar y admiten no entender que se pita, es que para nosotros, los profesionales o no profesionales de nuestro deporte, no comprendemos por qué se arbitra así en determinados momentos.

Las nuevas normas que se implantan en mi opinión no están teniendo el efecto deseado, que al fin y al cabo no debe ser otro que intentar hacer llegar el waterpolo a todos los rincones del mundo. Conseguir que el waterpolo deje de ser un deporte minoritario en la mayoría de países donde se práctica, para convertirse en uno un poco más visible, más cercano, más vistoso y más espectacular.

La regla imitada del jugador/portero tan utilizada en fútbol sala o en balonmano, para atacar uno de más no tiene el mismo sentido en un deporte tan lento por culpa del agua como el nuestro. Para ejemplo el último gol de Varga en la lucha contra España por el bronce. Es ridículo. De hecho durante todo el año he podido observar entrenadores que ponen en práctica esta nueva norma y el 90% de las veces es un sonoro error. Si no se convierte en gol el ataque suicida lo más normal es que luego te marque el contrario otro gol. Esto no tiene el mismo riesgo en balonmano y mucho menos en el fútbol sala.

La nueva regla del penalti donde se ha podido ver por televisión muchas veces como el defensor por detrás no puede hacer nada, no me parece que ayude mucho al espectáculo televisivo, que al fin y al cabo es a quién debemos vender el producto. El producto no hay que vendérselo a ti, estimado lector, o a mi, que seguramente seguiríamos viendo waterpolo aunque fuese en sillas de rueda y sin porterías. El producto hay que vendérselo a los que todavía no nos siguen, o los que con suerte nos siguen cada cuatro años.

¿Cómo vender entonces un deporte dónde en muchísimos partidos, sólo se ataca y se defiende en superioridades numéricas? Para el no enfermo por nuestro deporte y viendo lo que ha sucedido en muchos de los partidos, el waterpolo bien podría definirse como Aquel deporte donde juegan inicialmente siete jugadores por equipo pero que para materializar un gol, antes hay que excluir durante un ratito a un jugador del equipo rival. Incluso en ocasiones en vez de uno se excluye a dos. Excepcionalmente y con la venia arbitral ha habido casos paranormales donde se ha logrado contar a 14 jugadores en el agua durante más de un minuto.

Como he hecho siempre, mi respeto por el colectivo arbitral es máximo. No juzgo en absoluto sus decisiones. Decisiones que deben venir indicadas desde arriba. No puede ser que haya tantas exclusiones sin balón a dos metros. En su día dije que esas exclusiones sin balón a lo Mourikis, olvidándose del balón y buscando únicamente repartir estopa a diestro y siniestro y haciendo espuma, deben ser castigadas todas con faltas en ataque. Si cuando no hay balón por medio se excluye tanto, que no va a pasar cuando se mete el balón. Si añadimos las dobles lo que pasa es que nuestro deporte acaba siendo un coñazo. Nadie dice que en determinados partidos pueda haber muchas exclusiones según el nivel de agresividad del equipo, pero deberían ser los menos. Y es aquí otro ejemplo de la no similitud con el balonmano. Deporte con casi la mitad más de tiempo de partido y con una cantidad muy reducida (la gran mayoría) de exclusiones (y da igual que éstas sean de dos minutos cada una).

Creo que si se quiere un waterpolo más rápido, más vistoso y con más goles, se debe cambiar la visión del waterpolo. Cierto también que en mi parecer parte de culpa la tiene la manera de ver este deporte la mayoría de entrenadores. No paro de escuchar o leer que para ganar partidos lo importante es la defensa. Que sin defensa no hay victorias ni trofeos. Que un buen ataque empieza por una buena defensa. Que si nos marcan menos de 10 goles tendremos más opciones de ganar. Que hay que agotar las posesiones hasta los 30″. Etc. Vaya rollazo.

El waterpolo es un deporte maravilloso pero muy complicado de vender si no se quiere vender de verdad. Mientras los entrenadores se agarren a jugar lento (evidentemente primero se suele buscar el contraataque claro pero éste no suele llegar casi nunca al alto nivel) hasta el último segundo (el tiki taka de Guardiola fue maravilloso durante un tiempo y con aquella plantilla nacida para ello, pero a la larga su imitación ha llevado a un fútbol cada vez mas lento y aburrido) y mientras Grecia y el Olympiakos sean la panacea waterpolística (a mi también me encanta su control, belleza técnica y táctica, etc) de muchos que quieren imitarla, poco futuro le veo yo a esto. Uno ya tiene unos años y ya le han vendido la misma moto demasiadas veces para estar siempre en el mismo punto de ningún sitio.

Así que si a defensas a ultranza como si todos fuéramos Leónidas y sus 300, con un arbitraje de pitar absolutamente todo y convertir nuestro deporte en un ejercicio de superioridad numérica, y sobre todo a un no savoir faire de como vender nuestro deporte, pues así estamos. Como siempre.

Grandes y tristes despedidas: Si un servidor como el que les escribe se siente tocado por la salida de un mito del deporte universal como Messi del Barcelona, de un deporte que no es el mío, no puedo más que sentirme muy triste y apesadumbrado por una serie de retiradas en nuestro deporte. Leer que después de hoy leyendas como Prailanovic, Filipovic, Dusko Pijetlovic o Stefan Mitrovic (hasta siete serbios) ya no van a ponerse el gorro de su selección nunca más, me llevan un vez más a pensar en uno de los mejores mantras que existen Carpe diem. Su retirada significa que los años pasan muy rápidos. Que ya no podremos nunca más disfrutar de ellos y que por ende, que deberemos asumir que Serbia dejará de ser un equipo potente en los próximos años, lo que ineludiblemente llevará a un waterpolo menos interesante a nivel de selecciones. Si ellos al menos van a seguir a nivel de clubes, parece que el loco de Victor Nagy se retira definitivamente, y Varga quizás también haya jugado su último partido de selecciones. Nuestro Xavi García ya avanzó hace días su retirada. Incluso he llegado a leer que Pinedo, El Muro de España, podría también retirarse a nivel de selección.

Seguramente éstas retiradas a nivel de clubes o selecciones no serán las únicas. Lo que sí es seguro es que todos los amantes al buen waterpolo echarán mucho de menos a estos grandes jugadores. Algunos de ellos serán recordados como leyendas para siempre.

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