‘La vuelta al polo’

"Las ganas e ilusión por la vuelta al polo se hacen visibles. Eso si, será atípica y excepcional, y llena de incertidumbre, desconocimiento y muchas dudas", comenta el columnista de WATERPOLISTA.com

Tras la suspensión de los entrenamientos y competición del curso pasado, las ganas e ilusión por “la vuelta al polo” se hacen visibles. Eso si, será atípica y excepcional. Incertidumbre, desconocimiento, dudas… además del tiempo de descanso o de actividad leve que llevamos ya dentro de la mochila. Por esta razón, pase lo que pase, debemos de tener mucho respeto y cuidado durante el inicio porque la mayoría de las personas estamos un poco oxidadas (ojalá me equivoque). En efecto, a lo largo de la pre-temporada, un acondicionamiento bien estructurado y planificado cuidadosamente puede optimizar el rendimiento y evitar lesiones. La fuerza, coordinación y flexibilidad deben de estar presentes en este período y en toda la temporada (Thacker y cols., 1999). Esta realidad hace que el trabajo orientado a la prevención de lesiones tanto individualmente como en las habilidades colectivas se conviertan en uno de nuestros grandes fichajes del verano.

Recuerdo que la temporada pasada comenzamos esta sección destacando el poder del CORE. En esta ocasión, será el trabajo propioceptivo el gran protagonista. Otra estrategia a añadir para la mejora de nuestros y nuestras deportistas, pero no la única. Detalle importante. Así, la propiocepción es una variación especializada de la modalidad sensorial del tacto y abarca las sensaciones del movimiento articular (cinestesia) y posición articular (sentido de la posición articular). Por una parte, la propiocepción consciente es esencial para el correcto funcionamiento de las articulaciones en los deportes, las actividades de la vida diaria y las tareas ocupacionales. Por otra parte, la propiocepción inconsciente modula la función muscular e inicia la estabilización de los reflejos (Safran y cols., 2001). Este fenómeno se produce gracias a una serie de receptores distribuidos por todo el organismo.

Las lesiones de los ligamentos, tendones y articulaciones suelen ir acompañados de alteraciones propioceptivas, que persisten después de la fase de lesión aguda. Al encontrarnos con dichas alteraciones, surgen deficiencias en el sistema musculo-esquelético, por lo que se busca, como objetivo, aumentar la velocidad y eficiencia del control muscular para prevenir una nueva lesión. Los componentes de los receptores propioceptivos ayudan a la alineación de las articulaciones y aumentar la información sensorial. Por ello, se busca trabajar ejercicios de equilibrio y estabilidad cuando aparecen las deficiencias, de manera progresiva: equilibrios estáticos, aumento de la dificultad del equilibrio y control secuencial mediante un aumento de la velocidad o con implementos que reduzcan la visibilidad (Geffen, 2003).

Hoffman y Payne (1995) observaron que el entrenamiento propioceptivo con discos inestables de tobillo permite a los sujetos lesionados y no lesionados mejorar la propiocepción y aumentar el control postural. De la misma manera, Petersen y cols. (2005 y 2009) demostraron que el entrenamiento propioceptivo y neuromuscular es apropiado para la prevención de lesiones de rodilla y tobillo. Sin embargo, la literatura científica en las extremidades superiores no es abundante. Se cree que altos niveles de propiocepción en la musculatura implicada en la acción del lanzamiento, con los tendones del manguito rotador como las estructuras frecuentemente más lesionadas (Dutton y cols., 2019), permite movimientos más precisos y facilita los ajustes en tiempo real en respuesta al error de movimiento que conduce a un lanzamiento más preciso (Dover y cols., 2003; Freeston, Adams y Rooney, 2015). A la inversa, la propiocepción deficiente se ha implicado en una capacidad reducida para colocar con precisión los segmentos corporales en el espacio, lo que lleva no solo a un rendimiento sub-óptimo sino también a un mayor riesgo de lesiones (Tripp, Yochem y Uhl, 2007).

A nivel práctico, parece ser que los ejercicios de cadena cinética cerrada son más favorables (Kwon y cols., 2013): dominadas, flexiones, sentadillas, … los cuales podríamos englobar dentro de los ejercicios de fortalecimiento. Por otra parte, conociendo la alta incidencia de lesionabilidad en la musculatura del área del hombro, del 25% al 80%, los ejercicios de estabilización y disociación deberían de formar parte de la rutina diaria. De todas maneras, tal como Julio Tous y Dani Romero explican en su libro “Prevención de lesiones en el deporte”, la planificación de un programa de prevención de lesiones en el deporte se debe dividir en dos bloques. Por un lado, los principios de la teoría del entrenamiento adaptados al trabajo de prevención (multilateralidad y polivalencia de la carga, especialización, indiviudalización y alternancia cíclica); y por otro lado, los tres pilares neuromusculares en los que se sustenta el plan: sistema propioceptivo-visual-vestibular, trabajo de fuerza y trabajo de la coordinación. Os lo recomiendo.

Aprender a desaprender y a reaprender, esa es la cuestión.

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